El 2 de julio de 1961 se produjo la primera aparición de la Virgen en San Sebastián de Garabandal a cuatro niñas de esta aldea cántabra.

Fueron unas apariciones irrepetibles, por sus circunstancias -duración, contenidos, etc-. Por ejemplo, desde Garabandal se toma como guía segura la sucesión de Aviso, Milagro y Castigo, como calendario de la Gran Tribulación en todo tipo de sucesos extraordinarios que hablan sobre un fin de era.   

De hecho, Pablo VI, poco amigo de videntes, llegó a hablar de la historia más bonita jamás contada desde Garabandal. Gente tan lejana como Teresa de Calcuta, amiga personal y poco más que directora espiritual de Conchita, la vidente más conocida de Garabandal, o el Padre Pío, que jamás tuvo la menor duda sobre la verdad de las apariciones de Garabandal y que envió distintos mensajes a las niñas. 

Todo ello, insisto, mientras los obispos de Santander ejercían una presión que no voy a llamar canallesca, sobre las niñas, así que me quedarán en inadmisibles. Tanto que Garabandal provocó una resolución global de Pablo VI -insisto, no le gustaban nada, lo que se dice nada, las revelaciones privadas, ajenas al canon bíblico- según la cual desaparecía el índice de libros prohibidos y la prohibición de acudir a Garabandal o a otros lugares donde se hable de sucesos extraordinarios. El que crea en la veracidad de un suceso extraordinario que vaya y el que no que no vaya. 

En definitiva, la actitud recalcitrante de varios obispos de Santander no ha podido impedir que, 63 años después, se siga hablando de Garabandal, aunque sea en voz baja.