José Luis Martínez-Almeida ostenta el bastón de mando del Ayuntamiento de Madrid desde el 15 de junio de 2019
A José Luis Martínez-Almeida le llueven los elogios, incluso desde los medios de comunicación más progres. El alcalde de Madrid, ahora también portavoz nacional del PP, está de moda por su gestión -dicen- durante el estado de alarma. Como culmen de su buen hacer, logró que todos los representantes políticos del Ayuntamiento firmaran un pacto para la reconstrucción de la capital.
Para entusiasmos, el de los votantes más conservadores del PP, que ven en Almeida a un político discreto que, de verdad, se ocupa de los problemas de todos los madrileños y gestiona bien los recursos.
Discrepo. Puede que el nuevo portavoz nacional del PP sea un político discreto -también lo era Zapatero antes de ser presidente del Gobierno-, pero no estoy de acuerdo con que esté gobernando para todos los madrileños, y tampoco creo que esté gestionando bien los impuestos que pagan todos los ciudadanos de la capital.
Refresquemos la memoria: mucho criticar a Manuela Carmena, pero cuando llegó el momento de presentar los presupuestos para 2020, Almeida mantuvo las subvenciones que destinó la exalcaldesa a los colectivos LGTBI. En total, unos 500.000 euros.
Infinitamente más grave fue su ataque a los católicos durante el estado de alarma. Sí, el ex estudiante de Retamar, colegio católico, obra corporativa del Opus Dei, lanzó a la policía municipal, que depende de él, para que interrumpiera las misas que se celebraran con presencia de fieles, aunque guardaran escrupulosamente las medidas sanitarias impuestas.
Almeida no me gusta, ni como alcalde ni como portavoz del PP.