• Y si no existe, mejor nos suicidamos.
  • De entrada, acabemos con el sentimentalismo o el sentimentalismo terminará con nosotros.
  • El misterio de la cristalografía o por qué estamos tan tristes.
  Fue en The Spectator cuando un cristalógrafo (sí, hay gente 'pa tó'), nada menos que de la Universidad de Cambridge, pronunció la frase definitiva: "sabemos que la mayor parte de lo que sabemos probablemente es falso". Es la divisa del modernismo, la del siglo, la de ahora mismo, la de la exaltación de la duda, el real y verdadero mandamiento de la idiocia contemporánea: nada es verdad ni mentira, todo depende del color del cristal con que se mira. Ojo, no dijo, al modo socrático, aquello de sólo sé que no sé nada en primera persona. No hablaba de su ignorancia sobre la verdad sino aludía a la imposibilidad de alcanzar la verdad, que es la misma distinción que existe entre la humildad y el orgullo y la razón por la que esta era posmoderna es tan aburrida y tristona. Porque claro: si lo que nuestro cristalógrafo cree saber es falso, ¿cómo es posible que sepa que es falso? Y si lo que sabe no lo sabe, ¿cómo sabe que no lo sabe? Y si a lo más lejos que llega nuestro muy científico cristalógrafo es a un 'probablemente', ¿por qué no se calla?  A fin de cuentas, nada aporta. Esta macedonia mental en la que vivimos nos remonta hasta nuestro hermano Charles Darwin (en la imagen) y a su ejército de manipuladores, entre los que pueden citarse a nuestros primos Thomas Huxley y Herbert Spencer. Ellos han marcado el pensamiento contemporáneo que bien puede definirse como la 'vocación del absurdo' pero que aún continúa siendo la estrella intelectual en el siglo XXI (así nos va). El dúo llegó más allá que don Charles, quien hizo bien en no concluir la grandísima parida que sus seguidores adoptaron como el nuevo dogma, ahora llamado paradigma. No dieron el paso a la sustitución de Dios por el mono y de la creación por la evolución (una evolución que no se sabe desde qué punto evoluciona) simplemente porque la sociedad cristiana podría ser incluso cruel, pero no era como la actual, que es cruel y hortera. De hecho, nuestro más feo vicio es el vicio del sentimentalismo hortera que nos asola. Los mandamientos, o paradigmas, del relativismo modernista -vulgo progresismo-, o sea, lo políticamente correcto en 2015, son dos: 1.- El primero no consiste en que el pez fuerte se come al débil, sino en que debe comérselo por el bien de la humanidad (mayormente por el bien del fuerte, pero dejemos eso). 2.- Como no estamos seguros de nada, el hombre tan sólo tiene dos opciones: suicidarse o dejarse llevar por sus sentimientos, que suelen varios cada diez minutos, aproximadamente. Pero la crisis de la modernidad tiene otros efectos. Mañana más. Por ahora, por nuestra propia salud mental, lo mejor es que dejemos de dudar y lleguemos a la verdad primera: la verdad existe. Eulogio López eulogio@hispanidad.com