• El obispo de Alcalá aprovecha la jornada por la vida (25 de marzo) para hablar de lo que nadie quiere hablar (y algunos ni escuchar).
  • Idea-fuerza: "misericordia con todos, también con los embriones".
  • Lo que distingue a Reig Pla: no sólo aporta razones morales, sino también análisis humanístico y científico.
  • Al final, el hombre nace con la concepción, no porque lo diga la Iglesia, sino porque lo dice la ciencia.
  • La FIV no da vida, sino muerte.
El obispo de Alcalá, Reig Pla (en la imagen), no parece olvidarse de la otra gran matanza, aún más silenciada que las del aborto y la contracepción, como es la utilización de embriones humanos sobrantes (¿hay algún ser humano que sobra?), producto de la fecundación in vitro (FIV). Acaba de lanzar una carta donde pide "misericordia también con los embriones" con el espíritu de Francisco, esto es, misericordia con el débil, y con el de Benedicto XVI, a quien le tocó vivir la primera barbaridad del siglo XXI, es decir, la utilización de los seres humanos más pequeños, los embriones, como cobayas de laboratorio. Benedicto XVI fue directamente a la conclusión: "Dios ama al embrión". Nunca cuatro palabras dijeron tanto. Con eso le otorgaba, no ya la condición de persona, sino, además, el añadido de 'hijo de Dios', o sea, 'amado por Dios'. El obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig Pla, ya sorprendió con otro texto provida, ahora de gran actualidad: el referido a la eutanasia. Es la primera obra de misericordia, en versión moderna: aclarar la confusión. Ahora aprovecha el día por la vida, el próximo 25 de marzo, para aclarar la otra matanza: la del embrión. Lo dicho: lo que distingue a Reig Pla es que no sólo aporta razones morales, sino también análisis humanístico y científico. Y es que, al final, el hombre nace con la concepción, no porque lo diga la Iglesia, sino porque lo dice la ciencia. El cigoto posee un código genético individual distinto del padre y de la madre. No son células embrionarias: son seres humanos. No te olvides del embrión. La FIV no es un medio para dar vida, sino para otorgar muerte. Gracias, Monseñor. Eulogio López eulogio@hispanidad.com