La caradura de Sánchez para neutralizar a la Johns Hopkins: sólo coge los datos que le interesan
¿Cuando miente un abogado? Cuando mueve los labios. ¿Cuándo miente Pedro Sánchez? Cuando habla en voz alta, de cara al público. De sus conversaciones privadas no puedo responder.
Por otra parte el presidente del Gobierno tiene un problema al masticar dada que la rigidez de su durísima cara le impide manejar las mandíbulas como al resto de los mortales.
En la tarde del martes, cuando nos explicó la desescalada, el inquilino de La Moncloa ya mintió acerca de la famosa polémica con la OCDE sobre la clasificación de países que habían hecho test. Ahí, el embuste consistió en que no se trataba del Gobierno español peleando con la institución del ínclito Ángel Gurría por unas estadísticas y echándose la culpa el uno al otro. ¡Anda ya! Se trataba de una connivencia entre ambos, Gobierno y español y OCDE; porque el Gobierno quiere que Gurría de por buena, desde su privilegiado trono, la sucia gestión del coronavirus por parte de Sánchez a cambio de que España apoye su reelección para un tercer mandato al frente de la organización.
Insisto, no se trata una pelea entre OCDE y el Gobierno español por saber quien mintió. Ambos eran cómplices. Lo que ocurrió es que surgió la Universidad de Oxford para desvelar el engaño, y entonces ambos cómplices tuvieron que culparse el uno al otro y, al final, la OCDE reconoció que había sido un error suyo. ¡Y una porra! De error, nada. Mentira interesada por ambos ambos: ministerio de Sanidad y OCDE. Lo que pasa es que alguien, la Universidad de Oxford, descubrió el pastel y dio el queo.
Como buen soberbio, Sánchez practica la autocrítica… porque lo que no soporta es que le critique otro
Pero aún más embustero anduvo Sánchez cuando utilizó a la Johns Hopkins University (JHU). Este centro universitario norteamericano es el que mejores estadísticas ofrece sobre la incidencia del coronavirus en el mundo. Y es el centro que, como viene informando Hispanidad, actualiza diariamente las estadísticas y, para nuestra desgracia, nos ha otorgado la medalla de oro en las dos clasificaciones clave: contagiados por habitante y fallecidos por habitante.
Pues bien, sin despeinarse -jamás se despeina-, en la tarde del martes, Pedro Sánchez, para defenderse de otra de las críticas a su gestión (los escasos test realizados por el Gobierno español) echó mano de… ¡la Johns Hopkins University! Naturalmente, obvió las clasificaciones fundamentales y se fue a una lateral, nuevamente la de los test realizados en cada país. ¿Y qué importa el ‘ranking’ de test realizados si, a la postre, lo que se demuestra es que España es el país con más infectados y con más fallecidos?
Por cierto, del mismo modo podía haber echado mano de la relación entre la número de contagiados y el número de fallecidos, donde no salimos tan mal (aunque ahí seguimos por encima de la media) pero eso lleva a otra conclusión que tampoco agrada a nuestro prócer: los médicos españoles, a pesar de estar abandonados por el Ejecutivo, no lo han hecho mal: el que lo ha hecho fatal, peor imposible, es Sánchez.
En cualquier caso, hay que tener mucha cara, mucha, mucha, para citar a la Johns Hopkins, su flagelo, ignorar la parte incómoda y pregonar la más bonancible… que tampoco lo es en demasía.
Adelantándose él a las críticas, Sánchez piensa que consigue neutralizar ante los profanos el daño que le está haciendo una institución que está demostrando que el epicentro de la pandemia no está en Estados Unidos, como pregona RTVE, la tele de Sánchez, sino en España, aquí mismo, por el incapaz de don Pedro Sánchez Pérez-Castejón.
Y ya saben que el soberbio es un asiduo practicante de la autocrítica… porque lo que realmente no puede soportar es la crítica ajena.