• Aunque lo uno suele llevar a lo otro.
  • Pero puestos a elegir, quédense con el comecuras.
  • Además hay un tipo de anticlerical, estilo San Luis IX, que es de los que merecen la pena.
  • El cristófobo navega en el océano de la blasfemia contra el Espíritu Santo: lo bueno es lo malo y lo malo es lo bueno.
  • A partir de ahí, no es que no haya manera de construir, es que no hay manera de concluir. O sea, de pensar.
Cuando alguien habla del derecho mundial al aborto está ejerciendo de cristófobo porque está convirtiendo el mal en bien y el bien en mal. Es decir, sin ánimo de molestar, vivimos los tiempos de la blasfemia contra el Espíritu Santo que significa eso: llamar Dios al diablo y diablo a Dios, o sea, asegurar que lo malo es bueno y lo bueno malo. A partir de ahí, no es que no haya manera de construir, es que no hay manera concluir, o sea, de pensar. Es decir, la blasfemia contra el Espíritu Santo. Los anticlericales me preocupan menos. Por ejemplo, no me preocupan los comecuras estilo San Luis IX de Francia (en la imagen), que fue elevado a los altares cuando prohibía a los obispos franceses apropiarse de los bienes de los excomulgados. San Luis IX de Francia era anticlerical pero no cristófobo. Era un tipo simpático. Hay muchos clericales cristófobos. Hay muchos cristianos con un deje anticlerical: son aquellos que exigen a sus obispos que sean una referencia moral, no inmoral, pero cuya exigencia se hace, no poniendo en berlina a la jerarquía sino con la oración y con la corrección fraterna por el conducto reglamentario. Son esos anticlericales que intentan contribuir a que no se propague la desinformación y el mal criterio entre los cristianos. En tiempos como los actuales esta tarea puede resultar interesante. Unas veces, sólo a veces, incluso lo hacen bien. Pero los cristófobos me resultan más preocupantes. Eulogio López eulogio@hispanidad.com