• La clase política española, incluida la nueva está, como la Selección española, en 'fin de ciclo'.
  • Hemos pasado del duopolio político al oligopolio pero seguimos en el pensamiento único… anticristiano.
  • En cualquier otro país, Sánchez y Rivera hubieran facilitado un Gobierno de Rajoy.
  • El peor resultado electoral para el PP: ebrio de triunfo ni se plantea el cambio.
Si la selección española está en final de ciclo (el ciclo del tiki-taka, un estilo de fútbol al que los adversarios ya le han tomado la medida) la clase política española también. A lo mejor es la sociedad española en su conjunto la que necesita un recambio, pero eso es, mayormente, imposible. Aquí también ocurrie lo mismo que con el fútbol: como no puedes echar a una plantilla de 25 jugadores al mismo tiempo, tienes que echar al entrenador, uno solo, con la esperanza de que algo cambie. El 26-J, ya lo hemos dicho, constituye un paso más en el cainismo español que nos lleva al enfrentamiento civil. Hemos pasado del duopolio político al oligopolio, de dos a cuatro, y no sé si hemos ganado algo con el cambio pues seguimos en el pensamiento único. Los cuatro son progres, ninguno cree en la verdad. Es decir, que ninguno cree en nada. Ejemplos: Pablo Iglesias y los podemitas no han conseguido tomar el poder. En efecto, ha funcionado el voto del miedo, sobre todo el miedo a ellos, a los lobos disfrazados de corderos, a los comunistas disfrazados de demócratas. La ambición y soberbia de los socialistas, de los chicos de Pedro Sánchez, le han impedido hacer lo que cualquiera en su lugar habría hecho la misma noche del domingo: anunciar que permitirían gobernar a Rajoy, contemplar a ese personaje único -afortunadamente no puede haber otro como él- que es el socialista Antonio Hernando, diciendo que son tan demócratas que van a permitir gobernar a Rajoy pero van a poner todos los medios para que no sea invertido, tiene sus kilos de cinismo. Y luego está don Albert Rivera (en la imagen con Sánchez). Si a los hombres se les conoce en la desgracia, ahora sabemos que don Albert no sabe perder. Va de progre de derechas, y entonces ha hecho que muchos de sus votantes del 20-D se hagan la siguiente reflexión: le he votado a usted porque estaba harto del PP de Rajoy y entonces va usted y utiliza mi voto de derechas para alentar al PSOE? ¿Usted me ha visto, señor Rivera, cara de mucho tonto? Y los dos, Sánchez y Rivera, tres en plan demagogo: no pongo líneas rojas pero exijo que se marche Rajoy; no busco sillones pero Rajoy debe abandonar el suyo. Y así, supongo, nos llevan a las terceras elecciones. Y luego está el vencedor, Mariano Rajoy. Lo peor que le podía haber ocurrido a un personaje es lo que le ha ocurrido, los resultados del domingo. Pero la peor contradicción sigue siendo la misma: en un país que se confiesa católico en un 71%, resulta que el catolicismo ha desaparecido del panorama político. Es decir, una minoría domina a una mayoría. ¿Que la práctica religiosa ha caído? En picado. Pero aquí no hablamos de lo que la gente reza o ama sino de aquella cosmovisión con la que la gente de identifica. En plata, que a don Mariano la derecha sólo cambiará, a lo mejor incluso para bien, cuando se la pegue. Eulogio López eulogio@hispanidad.com