Para salvar Doñana y para salvar, a un tiempo, la agricultura de la zona (las dos deben ser salvables), hay que gastarse mucho dinero en obras fluviales y en desalación de agua de mar. 

El PSOE apenas ha hecho obras para ganar agua mientras ha mandado en Andalucía, tres décadas, y el PP ha optado por repartir el agua entre el Parque nacional y los regantes de la zona. 

Ahora bien, conseguir más agua para Doñana sólo es posible desalando agua del Atlántico. Pero para desalar agua en grandes proporciones se necesita mucha energía intensiva... que sólo puede aportar la energía nuclear. La fórmula mágica para desalar agua de mar es un reactor de fisión nuclear junto a una megadesaladora. Pero el sectarismo verde de Moncloa no puede aceptar la energía nuclear y la tibieza del PP le impide apoyar la energía nuclear de forma clara y sin complejos. No hay desalación.

Naturalmente, que en eso son especialistas, el Gobierno socio-podemita se han lanzado a la demagogia más exacerbada para salvar "el pulmón de Europa" que dijo la caradura de Marisu Montero, de lo que debemos deducir que si Doñana es el pulmón de Europa tiene pulmones muy pequeños. 

Los progres han desterrado a Cristo y se han visto obligados a buscarse otro Dios: la gaya ciencia

Miren ustedes, desde el hereje Renan sabemos que nada dura salvo la verdad. La verdad es que nadie quiere cargarse Doñana, ni el PP ni el PSOE, porque idiotas no son: sólo son chapuceros y demagogos.

Y todo esto se resume fácil. Los progres, tanto los de izquierda como la derecha, han desterrado a Cristo y se han buscado un Dios: la gaya ciencia. Se lo han pedido prestado a Nietzsche, que empezó con el empirismo y acabó en el superhombre. La gaya ciencia significa que como la trascendencia no existe tenemos que acogernos al empirismo vulgar. Naturalmente, lo que un científico defiende el del laboratorio de al lado lo niega, pero siempre que te apropies del adjetivo 'científico'... lo puedes imponer al adversario sin argumento alguno. Ejemplo: PP, te estás cargando Doñana. Es decir, que cualquier cosa vale para hundir tu propuesta. Sobre todo, en periodo electoral. Ya saben: no queremos realidades, queremos promesas.