Me encanta la ministra Irene Montero porque se le entiende todo. Así, el lunes, con su locuacidad insuperable, aprovechó la declaración del futbolista brasileño Dani Alves, acusado de violar a una chica en una discoteca, para disertar sobre el "consentimiento", abstruso concepto que obra en su currículo académico con letras de oro. 

Dani Alves, el hombre que consideraba que España era un país de maleducados y que en tiempos de locura del 'procés' azuzaba el odio de los indepes hacia España, lleva tres meses en un calabozo español y, además, le ha servido a doña Irene como ejemplo epigramático sobre su teoría del consentimiento. Sin inmutarse, doña Irene ha asegurado que el abogado de Alves negaba la violación porque no había muestras de violencia. Ergo, como repetía otro intelectual de la izquierda española, Íñigo Errejón: la mujer no tiene por qué demostrar la agresión: ¿cómo que no?

Sólo el sí es sí... si eres mujer. Si eres varón...

Vamos a ver: la mujer es la que acusa de violación al varón, por tanto, como todo acusador, debe ser quien pruebe que no consintió en el acto: ¿O es que ahora es el acusado quien debe probar la acusación?

Así que, por muy gordo que me caiga Dani Alves, y aunque no se trate de un tema tan espinoso y viscoso como una agresión sexual, no es el acusado quien debe mostrar la acusación sino el acusador.

Esto es el pensamiento progresista: la mujer puede acusar sin probar. Que sea el acusado quien demuestre su inocencia.  

Sólo el sí es sí... si eres mujer. Si eres varón...