Sr. Director:
El comentado gesto de Monedero en el patio del Congreso sujetando de los hombros a la exvicepresidenta y diciéndole que se alegraba de su derrota, admite interpretaciones más allá de la chulería y prepotencia machista con que se ha despachado al sujetador. Pues la pasiva actitud de la sujetada, a quien se atribuye ser persona nada sumisa, no se comprende sólo en las muchas cámaras que había presente, ni en lo educada que es Soraya...
Se explica mejor, si añadimos el habitual complejo de inferioridad que caracteriza a quienes se enfrentan en público con la izquierda más altiva y provocadora. Una temerosa actitud que, a fuerza de intentar eludir etiquetas que te endilga la sacrosanta izquierda, ha llegado a hacer que muchos resulten ya ideológicamente irreconocibles.
Que la izquierda se pavonee desde su falsa atalaya de superioridad moral, de la que tanto hace gala, mirando por encima del hombro a todos, y encima se presente como ejemplo de tolerancia, es lo que toca aguantar. Lo malo es reaccionar ante esas humillantes actitudes con dócil sumisión, en vez de pararle los pies y las manitas al «intelectual» prepotente de turno.