Sr. Director:
Posiblemente, en opinión de un amplio colectivo de ciudadanos, calificar de terrorismo a lo que están soportando varios países de la UE resulte inadecuado, cuando en realidad se trata de una cruda y dura guerra que el islam ha declarado al Occidente infiel, cuya última batalla se libró el pasado jueves en Barcelona, como anteriormente lo sufrieron en Londres, Berlín o París.
Motivo por el cual no parece correcto que Europa continúe negándose a adjudicarle el atributo apropiado a la ofensiva islamista que está padeciendo nuestro continente.
La estrategia terrorista tiene como finalidad principal el sembrar pánico en aquellas comunidades donde residen, de ahí que se pretenda por parte de todos los gobiernos aparentar todo lo contrario puesto que de reconocerlo sería desastroso. Curiosamente, el automóvil, uno de los símbolos de la modernidad capitalista, se ha convertido en un instrumento de "bajo coste" para aterrorizar y asesinar con cierta facilidad en nuestras propias y civilizadas capitales. Aún así, es menester no confundir a los millones de musulmanes partidarios de una doctrina de humanismo, paz y solidaridad con el islam del terrorismo yihadista.
De nada sirven las tediosas declaraciones de los gobernantes, líderes políticos, engolados tertulianos y toda la pléyade de personajes, que por su condición empresarial, social o deportiva, se ven en la obligación de manifestar su dolor y pésame por la tragedia que supuso el atentado. Pretender eliminar tan terrible lacra a golpe de condolencias, minutos de silencio, banderas a media asta, aplaudiendo el paso de los féretros de las víctimas o poniendo bolardos en lugares estratégicos, no pasan de ser manifestaciones de buena voluntad y solidaridad, pero nada más. Como tampoco es cierto que no sintamos temor ni que los terroristas estén derrotados.
El origen del problema llamado terrorismo organizado, al margen del integrismo presente en las religiones monoteístas, pasa ineludiblemente por la localización y eliminación de aquellos grupos y corrientes que lo propugnan, financian y defienden. Cualquier implantación de medidas defensivas siempre serán bien aceptadas, reconociendo las limitaciones de las mismas
E otro orden, la pretensión de algunos partidos catalanes de hacer campaña del "proces" utilizando el mencionado atentado reivindicado por el Estado Islámico, resulta cuando menos deleznable, como por ejemplo la estúpida intervención del consejero de Interior, Joaquim Forn, diferenciando entre víctimas catalanas y españolas, o la ridícula actitud del consejero de Exteriores, Raúl Romeva, presentándose en las televisiones extranjeras como ministro de Asuntos Exteriores de Cataluña, cuya pretensión ya fue rechazada por el Constitucional. Nada que ver con el comportamiento observado por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y por Felipe VI, quien por cierto fue recibido al grito de "Visca el Rey", unido a la desfachatez de la CUP planteándose no acudir (aunque ahora dice que sí irá) a la manifestación de condena del próximo sábado en caso de que vayan tanto Rajoy como el Rey.
Mención aparte merece el arzobispo de Barcelona, el cardenal Juan José Omella, quien con una sola frase fulminó las ansias independentistas catalanas en presencia del presidente de la Generalidad, Carlos Puigdemont, afirmando que "la unión nos hace fuertes, la división nos corroe y nos destruye". Mayor rotundidad imposible. Oportunísimas declaraciones que han servido para contrarrestar el enrarecido ambiente creado por alguno de los miembros del Gobierno catalán ya comentado.
Hace una semana nadie contaba con el mencionado atentado terrorista, como tampoco se esperaba la declaración del cardenal Omella en la misa "por la paz y la concordia" celebrada en la Sagrada Familia, dejando meridianamente clara la importancia y transcendencia de la "unidad" en momentos tan cruciales como los que estamos pasando... ¡¡Tiempo al tiempo!!
José-Tomás Cruz
Dile a los jueces y juezas... Vicente Vallés, ejerciendo de feministo
14/12/24 15:00