Sr. Director:
Una cosa no se entiende: la celeridad en la tramitación durante el confinamiento, de la ley de educación o Ley Celáa. Sin consenso, no podrá ser estimada, ni respetada ni duradera.
Qué acertado si, en todas las escuelas, se enseñaran virtudes y no se impusieran ideologías controvertidas, contra la voluntad de padres y maestros, con olvido del “derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones” .( art. 27.3 de nuestra Constitución).
Como madre y profesora, tengo muy claro que la educación de los niños debe basarse en la verdad, el bien y la belleza. La educación en virtudes debe ser, desde muy temprano, lo prioritario. Hay que respetar la inocencia de los niños e inculcarles “hábitos de bien obrar”, o sea, virtudes. Quien las conoce, se siente atraído por ellas. Si se quiere una sociedad sana, hay que educar en virtudes verdaderas, que nunca pasan de moda y hacen mucho bien: la honradez y la justicia, que es respeto a los bienes y derechos ajenos: producen paz; la misericordia, que trasciende la solidaridad; la humildad y la mansedumbre, que serenan el corazón y nos ponen en nuestro sitio; la paciencia y fortaleza, que siembran la constancia; la castidad y la modestia, que respetan el cuerpo y salvaguarda la salud; la prudencia, que es precaución y discernimiento; la templanza, que asegura el dominio de sí; la laboriosidad, que supone esfuerzo y labra un porvenir atractivo… De manera particular, hay que hacer hincapié en el cultivo del sentido de responsabilidad en el uso de la libertad.
Señora Ministra, le digo con respeto: no desdeñe la educación en virtudes que usted quiso para sus hijas, como demuestra que eligiera un colegio religioso y de élite para ellas.
Por favor, Sra. Ministra, le digo con respeto, sea coherente. No abuse de su poder por sumisión a ideologías ajenas a su formación. No olvide, Vuestra Excelencia, que, en materia de educación, la función del Estado es de subsidiariedad, no de suplantación de los derechos de los padres, un derecho natural.