Sr. Director:
Sin la menor duda y para común desgracia, una de las palabras más repetidas en los medios de comunicación a partir del 2008 fue el término “crisis”, cuya repercusión no afectó a todos por igual en función de los métodos empleados para superarla. Concretamente, en el sector del pequeño comercio fueron muchos los empresarios que sucumbieron con la consiguiente destrucción de puestos de trabajo. “A sensu contrario”, otro amplio colectivo, conscientes de que quejándose nada se soluciona, lucharon para lograr mantener sus negocios e incluso incrementar beneficios.
Obviando la realización de juegos semánticos en torno a la eficacia de los empleados de comercio, reconozcamos que en ciertos casos carecen de la más elemental profesionalidad, cualidad indispensable en puestos de cara al público, con lo cual, lo único conseguido es que el cliente, instintivamente, borre de su mente y para siempre el establecimiento en cuestión, con el agravante de que dichas incidencias normalmente son comentadas a terceros, quienes suelen comportarse acorde con la información recibida.
La prosperidad de un negocio no depende exclusivamente del precio de la mercancía. Una gran parte proviene de la atención y trato dispensando a los clientes, facilitando datos y características de los productos, único camino para conseguir su posterior fidelización.
A modo de ejemplo sobre lo comentado en los párrafos anteriores, en el conocido y peculiar barrio malagueño de ‘El Palo’, existe un pequeño establecimiento ‘El pan moreno’ que combina tres actividades: panadería, pastelería y hostelería, siendo atendidos por cuatro empleados: Crys, Eli, Cristina y Diego, a cual más activo, eficaz, solícito y todoterreno como es el caso del único varón, quienes con su amabilidad y profesionalidad se han granjeado el aprecio de una amplia clientela en fase de crecimiento tras su reforma.
Todo el secreto del negocio, al margen de la indiscutible calidad de su pastelería, repostería y deliciosas variedades de pan, obedece en gran parte a continuar aplicando con toda naturalidad y diligencia el secreto de las tres SSS (Sonrisa, Saludo y Servicio).
La citada empresa familiar, con una actividad centenaria y cuatro generaciones, han constituido un regalo para el sentido del gusto y toda una sinfonía de sabores que continua ofreciendo diariamente doña Antonia a sus clientes con la colaboración de su hijo Antonio al frente del negocio.
Dejémonos de tanto criticar y descalificar que es lo más fácil y reconozcamos que también existen personas que se esmeran en el cumplimiento de sus cometidos y como consecuencia, merecedoras de todo nuestro respeto y admiración. ¡¡Esperemos que cunda el ejemplo!!