
Comenzaron a oírse por el reino temerosos lamentos de pagadas plañideras que alentaban al pueblo contra el joven guerrero, maldiciéndole y acusándole de alzarse en armas, rompiendo así la dulce paz en que hasta entonces vivían
Sr. Director:
Había una vez un bello reino, plural y diverso, de alegres habitantes amantes de ferias y festejos, aunque también algo indolentes. Y quizás fuera por esto, por lo que apenas le dieron importancia cuando en un rincón del reino comenzó a crecerles un dragón disolvente, codicioso y lascivo, que aprendió a utilizar el temor que infundía para raptar doncellas y atender a su insaciable voracidad sexual. Tras años de terror, los prebostes del reino, con tal de aplacar a la bestia y comprar así sus tranquilidades personales, concertaron en secreto con ella que al comienzo de cada año le ofrecerían las más bellas doncellas del lugar; y bajo tan cruel condición vivieron mucho tiempo mirando hacia otro lado cuando tocaba cumplir con una nueva entrega que, por cierto, nunca recaía sobre las hijas de aquellos poderosos. Hasta que un día, el hermano de una de las destinadas a satisfacer la inagotable concupiscencia de la bestia, harto de soportar tan ultrajante humillación, cambiando el arado por la espada se transformó en un guerrero resuelto a enfrentarse sin miedo al dragón para acabar con el cruel tributo. Y fue la misma noche en que proclamó ante todos su desafío, cuando, en vez de agradecerle su valiente decisión, comenzaron a oírse por el reino temerosos lamentos de pagadas plañideras que alentaban al pueblo contra el joven guerrero, maldiciéndole y acusándole de alzarse en armas, rompiendo así la dulce paz en que hasta entonces vivían.