Sr. Director:

El Opus Dei es una a “criatura” dada a luz por San Josemaría, con inspiración divina; de donde nacieron hombres el 2 de octubre de 1928 y mujeres el 14 de febrero de 1930. Hombres y mujeres corrientes. Bautizados, hijos de Dios, marcados con el sello del Espíritu Santo, para identificarse con Cristo, viviendo la llamada universal a la santidad en medio de todas las profesiones honestas, santificando todas las realidades en las que se mueve el ser humano en medio de la sociedad; solteros, solteras y casados y casadas. Fieles laicos, ontológica y existencialmente.

Es una porción del único pueblo de Dios, un carisma como otros, con la finalidad mencionada más arriba, y que, hasta el momento, no hay otro que lo iguale, según los técnicos. Por tanto, lo que prima en esta criatura de Dios es la mentalidad laical en el fondo y en la forma. Y de esta porción del pueblo de Dios, que es la Iglesia, son llamados algunos de sus miembros, y son admitidos al sacramento del Orden, para el servicio pastoral de todos los demás miembros laicos. Y que desde esta criatura sólo reciben todo aquello que les sirve de alimento para adquirir la santidad, sólo y exclusivamente; y en todo lo demás igual que el resto de los laicos de sus diócesis y parroquias. Y así se ha vivido desde su origen, sin ningún tipo de interferencias, ni “doble obediencia”.

Por todo ello, creo que no pega a esta criatura, pueblo de Dios, el traje y adjetivo de “Asociación clerical”, dependiendo del Dicasterio del Clero. Porque su nacimiento y desarrollo es laical. Porque, tanto los laicos, mujeres y hombres, e incluso los ordenados, tienen una visión totalmente laical de la santidad cristiana: en el mundo y desde el mundo y para el mundo. Amando al mundo apasionadamente, sin ser mundanos.

Por todo ello, concluimos además, que el Opus Dei es una unidad intrínseca; es una túnica inconsútil, que no puede ser dividida, ni repartida.