Al parecer, todos lo saben pero nadie se atreve a recordar que Tania Sánchez no era otra cosa que la pareja, compañera, o señora de Pablo Iglesias (en la imagen), líder de Podemos, mientras, desde el Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid, doña Tania presuntamente beneficiaba a su hermano en compañía de su padre -padre de ambos, no se me pierdan-. No vamos a entrar en si Tania es o no corrupta, entre otras cosas porque no queremos caer en el puritanismo que criticamos en Hispanidad. Lo cierto es que en España, donde sí hay corrupción, ciertamente, estamos cayendo en una especie de mascarada global sobre la corrupción: no hay tantos corruptos como se dice ni una corrupción es igual a otra. Aquí estamos mezclando churras con merinas en especial si con ello podemos golpear al contrario. De hecho, por lo poco que he seguido el asunto me parece que no es muy grave. Ahora bien, quien se ha aupado al poder dando lecciones de moral al prójimo es lógico que pruebe de su propia medicina. Eso es lo que le ha ocurrido a Tania Sánchez y a su ex, Pablo Iglesias. Ahora bien, el jetas de Pablemos nos dirá que no se le puede preguntar por lo que hacía su ex, tampoco cuando no era ex, porque resulta que eso es machismo. Pero eso no es feminismo, es mucha cara. O a lo mejor es que feministas y feministos tienen mucha cara. Pero lo peor es lo otro: lo peor es que con esta exageración interesada, con esta mascarada de la corrupción, no se busca la justicia, sino venganza, y no se sabe si los juzgados son mejores o peores que los juzgadores. Lo único claro es que, en este ambiente, los más jetas, como Pablo Iglesias, emergen como seres higiénicos y los honrados, o al menos los sinceros, acaban en el banquillo. ¿Quiere decir todo esto que en España no existe corrupción? Por supuesto que sí, y, créanme, no se está abordando mal. Con retraso, ciertamente. Eulogio López eulogio@hispanidad.com