Pedro Sánchez es grande y El País es su vocero, dando así la razón a Juan Rico y Amat (1821-1870), que en su Diccionario de los políticos (1855) definió a los periodistas como los campaneros de las iglesias políticas. Hace una semana, el presidente del Gobierno estrenaba la campaña oficial de las elecciones y al día siguiente El País en portada proclamaba en un gran titular: “Sánchez pide el voto para el PSOE como el único partido moderado”.

Pero como El País identifica la realidad con lo que le conviene al PSOE, al calificar de moderados a los socialistas pasaba por alto lo acaecido en Valladolid, justo en el mismo día que Pedro Sánchez presumía de moderación por sus cuatro puntos cardinales. De modo que como la realidad es mucho más interesante que la ficción de El País, vamos a contar la verdad de lo sucedido.

Era el Domingo de Ramos cuando Pedro Sánchez lanzó la tesis de que el PSOE es el único partido moderado. Y como las tesis académicas y políticas de Pedro Sánchez las carga el diablo, que es el padre de la mentira, lo sucedido en Valladolid volvía a poner en evidencia una vez más al presidente del Gobierno.

El pasado Domingo de Ramos estaban abarrotadas las calles de Valladolid para presenciar la tradicional procesión de La Borriquilla. Había muchos niños en las aceras esperando el paso de la procesión, pero también eran numerosos los niños vestidos de nazarenos, que formaban parte de la comitiva. Algunos de estos nazarenos eran tan pequeños, que les tenían que llevar de la mano otros cofrades adultos.

Los cofrades fueron asaltados por un grupo de izquierdistas, entre los que se pudo identificar al socialista José Ignacio Herrán, mano derecha del alcalde Óscar Puente

Y ante este espectáculo, el cardenal arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, exclamó: “Niños, habéis venido acompañados de vuestros padres, abuelos y hermanos para ver a Jesús montado en una borriquilla. Le damos la bienvenida con los ramos y las palmas. Bendito el que viene en el nombre del Señor. Hemos repetido aquella primera procesión en que Jesús entró en la ciudad santa montado también en una borriquilla. Él quiere ser nuestro amigo y nosotros queremos salir a su encuentro”.

Toda la procesión de La Borriquilla discurrió con normalidad. Pero cuando los cofrades se retiraban a su sede, en formación ordenada, marcando su marcha con los sones de la banda, fueron asaltados por un grupo de izquierdistas, entre los que se pudo identificar al socialista José Ignacio Herrán. Este personaje es muy conocido en la ciudad del Pisuerga, por haber sido el jefe de gabinete del alcalde socialista de Valladolid, Oscar Puente. Además, Herrán es uno de los socialistas destacados, ya que forma parte de la candidatura del PSOE para las próximas elecciones.

José Ignacio Herrán, además de socialista, por lo visto es republicano y como el Domingo de Ramós coincidía con el aniversario de la proclamación de la Segunda República, participaba en un acto del Ateneo, justo por donde pasaban los cofrades de La Borriquilla, después de la procesión. Y esta es la versión que el socialista Herrán ha dado a la prensa de lo sucedido, quitándole importancia a la agresión: “Ha bajado una cofradía tocando la música y estaban hablando los del Ateneo y se ha alborotado un poco el ambiente”.

El ambiente poco alborotado al que se refiere el socialista Herrán está desmentido por los videos, que circulan por la red. En estos videos se puede ver cómo los republicanos se lanzan contra los cofrades al grito de “España, mañana será republicana”, a la vez que les insultan, llamándoles “meapilas” y “kuklusklaneros”, comparando a los cofrades de La Borriquilla con los miembros de la organización racista del Ku Klus Klan.

Los jefes de la cofradía de La Borriquilla dieron orden a los suyos de no hacerles frente, por lo que les indicaron que no se detuvieran y que aceleraran la marcha. Por su parte, los agresores ni siquiera han cesado en su acoso e insultos al paso de los grupos de niños vestidos de nazarenos, a los que aterrorizaron con las amenazas que les dirigían.

La memoria histórica, que quiere imponer Pedro Sánchez, pretende falsear la historia para presentar la Segunda República española como una fiesta de cumpleaños

Y a pesar de que los cofrades no han querido plantar cara a la agresión, los izquierdistas se han lanzado en un momento contra ellos, alcanzando a dos de los músicos de la banda. A uno le han roto un labio y a otro le han saltado un diente. Y esto es lo que el socialista Herrán describe como un ambiente un poco alborotado. 

La memoria histórica, que quiere imponer Pedro Sánchez, pretende falsear la historia para presentar la Segunda República española como una fiesta de cumpleaños, que fue interrumpida por Franco. De esta manera, pretende ocultar los crímenes y los robos cometidos por los socialistas durante esta etapa. En otros artículos de Hispanidad ya he dado cuenta de algunos de ellos. Contemos hoy otro más, un tanto desconocido, pero bien significativo en razón de sus protagonistas.

En la Segunda República, el empresario Félix Huarte (1896-1971) se había trasladado desde Pamplona a Madrid, para participar, entre otras obras, en la construcción de los Nuevos Ministerios.

En esos años, Félix Huarte fue amenazado de muerte no por voces anónimas, sino por un personaje bien concreto que respondía al nombre de Paquito, a quien no podía por menos que tomarse en serio, por tratarse del hijo de Francisco Largo Caballero. Ante esas amenazas, Félix Huarte no tuvo más remedio que hacerse un peculiar seguro de vida para salvar su cabeza, pues el vástago del socialista Largo Caballero estaba dispuesto a cortársela a todos los empresarios, y le había concedido a Félix Huarte el honor de ser el primero.

La izquierda afirmaba que había de cortar la cabeza a Huarte, el primero, por romántico. Más tarde, a los patronos

Las circunstancias de esta amenaza están descritas así en un documento de archivo: “Por una imposición que tuvimos de Mariano Ansó de tomar a nuestro servicio a un hijo de Largo Caballero, que no lo podía sujetar su padre por ser un granuja, y cuya imposición fue rechazada por nosotros varias veces y por espacio de tres meses, hubimos por fin de acceder a tal pretensión por haber pesado sobre Félix Huarte una amenaza de muerte, tomándolo a nuestro servicio en calidad de dibujante para la oficina, con 300 pesetas mensuales de sueldo, en calidad podemos apreciar así de postergado, pues jamás tuvo la consideración de nosotros ni del personal. Siendo su trabajo nulo, pues no tenía competencia.

Este Caballero citado, y hará aproximadamente un año, en 1935, en una conversación sostenida sobre cuestiones sociales con don Sofronio Borda, industrial carpintero de esta plaza, le manifestó que el día ya próximo de la revolución social había de cortar la cabeza de los primeros a Huarte por romántico, mucho más funesto para la causa de ellos que los patronos déspotas, y ante la sorpresa del señor Borda ante tal la afirmación, le preguntó qué harían con él (con Borda), contestándole: ‘Y a usted también por ser patrono, pues no ha de quedar uno, y en nuestro concepto es patrono todo aquel que tiene un solo hombre a su servicio’.

Se preguntará ¿Y cómo teniendo en casa un monstruo semejante no se le despedía? La contestación es sencilla; equivalía, dada la forma en que se vivía, a la pérdida de la vida estérilmente por lo menos del socio Félix Huarte, quien hubiera sido asesinado por los pistoleros”.

Por todo lo descrito, cuando atravieso el madrileño paseo de la Castellana y veo la estatua de Largo Caballero delante de los Nuevos Ministerios, yo no puedo menos de acordarme de Paquito, de su padre, Francisco Largo Caballero y de Félix Huarte. Y a continuación doy gracias al Cielo de que Francisco Largo Caballero, el Lenin Español, no hubiese ganado la guerra.

Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá