Si el lunes 20 hablábamos de la batalla de la blasfemia, donde se decidirá el futuro del mundo moderno... hoy tenemos que seguir hablando de esta misma batalla. Decíamos que en toda batalla ideológica, especialmente en el mundo hispano, donde la opinión pública mide mucho la soberbia de sus líderes (y donde, dicho sea de paso, se confunden soberbia y altanería), la mejor técnica consiste en ser verdugo y pasar por víctima. Polanco y el PSOE, siempre pendientes de los deseos de su líder natural, practican este principio con singular eficacia.

Como decíamos en nuestra edición del lunes 20, El País aprovecha la ingenuidad de Martínez Camino, secretario general de la Conferencia Episcopal Española, para sacarle un titular que sonaba amenazante para el Gobierno Zapatero. Un día después, el martes 21, los chicos de Polanco realizan su puesta en escena aprovechando un acto del PSOE: El PSOE pide a la Iglesia que no injurie ni calumnie al Ejecutivo. Como es sabido, la gran hipocresía del periodismo objetivo (es decir, objetivista), del que El País se considera el campeón, tiene dos basamentos: el primero es el uso de las comillas; el segundo, la utilización de un tercero como instrumento para insultar al enemigo.

En ese titular -así como en toda la información que firma Anabel Díaz, una de las veteranas de la Casa, que conoce bien el oficio y las reglas de Prisa- están resumidas ambas técnicas. Las comillas dan una apariencia de rigor formidable, y ninguna manipulación entra mejor que aquella que utiliza las comillas. Pero la segunda regla es mucho más definitiva. Veamos: si yo soy un periodista objetivo, de los que jamás opinan, si yo sólo soy un notario de la actualidad, siempre necesito de un tercero para insultar a gusto. Y así, si yo odio a A, lo primero que tengo que hacer es entrevistar a B, enemigo de A, para preguntarle su parecer:

-¿A? Es un perfecto imbécil.

A continuación, sólo tengo que titular: B afirma que A es un perfecto imbécil.

Objetividad químicamente pura, inagotable. El periodista es, de esta forma, un notario de la actualidad.

Pues bien, Anabel se fue a la reunión de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE y repartió varios ejemplares de su diario por si alguien no se había leído aún la entrevista con Martínez Camino. Una cosa absurda, porque como afirmara en su día el presidente socialista de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, cuando va a las reuniones de la Comisión Ejecutiva de su partido siempre se lee antes El País, y así ya sabe qué tesis se van a exponer y, sobre todo, cuál es la buena.

Pues bien, decíamos que Anabel se plantó allí y empezó a practicar lo que en la jerga profesional se conoce como periodismo reaccionario: aquel que se basa en reacciones. Y se encontró, fíjense ustedes por dónde, con un Pepiño Blanco, secretario general del Partido, lloroso ante la persecución clerical de la que es objeto el Gobierno de la nación. Pepiño, pobriño, se vio obligado a vaciar su alma: Queremos dialogar y encontrar espacios de cooperación con la Iglesia pero ésta tiene que renunciar a la injuria y a la calumnia. Gime Pepiño al comprobar que la Iglesia promueve campañas contra el Gobierno y sus iniciativas.

Anabel, en su tarea de notario de la actualidad, nos especifica que los miembros de la dirección socialista consultados por ella están perplejos ante la actitud agresiva, violenta, diría yo, de los curas. Si un venezolano llegara a España, sin saber de qué va la fiesta, y leyera la información de El País, se imaginará que las escuadras de acción de monseñor Rouco Varela recorren las sedes del PSOE zurrando a los pobres militantes socialistas, mientras los ministros de Zapatero deben recurrir a las fuerzas de orden público para que les protejan de la hordas desatadas que salen de la Basílica del Cristo de Medinaceli para golpear a los diputados del PSOE.

En el entretanto, Polanco, el dueño del tinglado (del tinglado Prisa-Sogecable y del tinglado gubernamental), promociona en el espacio Lo Plus una blasfemia vulgar y  repugnante del redentor, guisada por los intelectuales de la Casa y por un cantante degenerado, que la mayor parte de las horas no se acuerda ni de su propio nombre. Pero claro, aquí no estamos hablando de injurias sino del sano y democrático ejercicio de la libertad de expresión. Quiero decir que si yo me cisco en la madre de don Jesús Polanco o de Juan Luis Cebrián, esto no sería libertad de expresión sino injuria y calumnia, a pesar de que podría utilizar la técnica de El País y encontrar varios cientos de miles de españoles dispuestos a hacerlo en mi nombre y a que se entrecomillen sus declaraciones. Pero claro, no es lo mismo.

Moraleja: Zapatero está convencido, y así se lo aconsejan sus asesores, que el voto católico no vende. Pero de eso también estaba convencido Aznar. No, Zapatero da un paso más y llega a la conclusión de que lo que vende es el voto anticatólico. Pocos españoles niegan a Dios, pero son miles los que están dispuestos a fastidiar a la Iglesia permitiendo que se blasfeme el nombre de Dios. Los ataques feroces de Zapatero y Polanco contra los cristianos no han hecho más que empezar y no van a parar. Por eso, la jerarquía no debiera confiarse. Hay que responder en la calle, en la prensa y en los tribunales. Y no confiar en que la solución está en el Partido Popular. Un personaje tan frívolo como Mariano Rajoy no nos va a sacar las castañas del fuego, más bien sacará los pies del tiesto. 

¿Campañas de la Iglesia contra el Gobierno Zapatero? ¡Ojalá, hijo, ojalá!    

Eulogio López