Hay películas cuyo comienzo promete más que lo que nos depara su desarrollo. Eso ocurre con este drama que firma James Gray, un director que busca siempre en sus historias retratar el alma humana.
El arranque de la historia, en la que contemplamos a un hombre que pretende suicidarse tirándose al río y luego se arrepiente, nos describe perfectamente al protagonista de esta película, todo un antihéroe. Porque Leonard permanece soltero a los treinta y tantos años debido a un desengaño amoroso que se saldó con consultas al psiquiatra que le diagnosticó una depresión unida a un problema bipolar. Sin superar esa experiencia, Leonard se encuentra en una encrucijada amorosa: sus padres desean solucionar su situación emocional con la chica adecuada (en lo que sería una boda de conveniencia) mientras que él se siente atraído por un alma gemela: su inestable vecina que, a su vez, vive una complicada relación con un hombre casado.
Para situarles, los dramas de James Gray (que también ejerce de guionista) tienen semejanzas con los firmados por Tennesse Williams a mediados del pasado s. XX: por cuanto le gusta recrearse en inadaptados, almas torturadas que viven y, sobre todo, sufren experiencias dolorosas y son incomprendidos socialmente. Gray describe bien a sus personajes, con apenas cuatro trazos, sabe mantener la tensión dramática y ambientarla de forma correcta. Pero, quizás, lo que no acaba de cuajar en este drama depresivo es la inadecuada edad de los protagonistas (parecen vivencias de personas más jóvenes, de unos diez años menos) y tampoco consigue convencer (al menos a mí no lo hizo) del poder de atracción que tiene el problemático Leonard con las mujeres. Un hombre que, a la primera de cambio, comprendes que emocionalmente es inestable y que, como ocurre con los seres desequilibrados, según la percepción momentánea de la realidad tiene un estado de ánimo diferente (por cierto, Joaquin Phoenix borda su papel).
Para: Los que vean todo tipo de dramas románticos aunque no sean redondos