La blasfemia o la irreverencia son rarísimas entre ingleses y americanos. Para ser exactos, la irreverencia más utilizada en español –hostia- no se pronuncia en inglés. ‘Gringos' y ‘britis' hablan de "God", o "My God!".
Sin embargo, miren ustedes por dónde, los doblajes españoles están plagados de alusiones a la forma eucarística y de "dioses" que no son una expresión –quizás exagerada, lo acepto- de piedad sino una irreverencia al nombre de Dios, que ninguna civilización, ningún credo, ha tomado en vano.
Pero como la estupidez cunde en España, aquí no sólo practicamos la blasfemia. Por cierto, entre los ‘abertzales' blasfemar es una exigencia de fidelidad a la causa euskaldún: sí, entre los proetarras, la consigna es blasfemar a todas horas.
Así que no sólo se conforman con blasfemar, sino que "hacen blasfemar" a los actores y guionistas anglosajones, con traducciones "peculiares". Peculiares o sencillamente inventadas como en los casos que hoy nos ocupan: "Como Dios" y "Sigo como Dios". Títulos creados en España por una panda de desgraciados. Dado que los títulos originales de las películas son, respectivamente: "Bruce todopoderoso" y "Evan todopoderoso".
Y ojo, no se trata de películas blasfemas. Lo blasfemo, o al menos irreverente, son los títulos que el distribuidor español se ha inventado, porque el chico es muy graciosillo.
Las películas, especialmente, la primera, tratan, y de forma divertida, de responder a la pregunta que, fruto de nuestro cretinismo, todos nos hemos hecho alguna vez. Si yo fuera Dios, no hubiera permitido que…
Eso, ¿qué pasaría si yo fuera Dios por un solo día? Y la conclusión no puede ser sino la tesis del film: si el hombre es libre, Dios no puede comportarse de otra forma que aquélla con la que se comporta.
La segunda parte es un poco más artificiosa y aburrida, dado que no caricaturiza las pasiones humanas -contenido de las buenas comedias- sino el episodio bíblico del Arca de Noé. Pero aún así tiene un pase.
Lo que no tiene pase es el título, ofensa a Dios, a los cristianos… y al autor del original, que no sé por qué acepta una traducción que no es más que un timo intelectual.
Ahora comprendo por qué el gran Tolkien exigió que El Señor de los Anillos fuera traducido según las reglas que él mismo expuso. No le gustaban los timadores.
Eulogio López