Sólo está en estudio, que conste, pero en el Partido Popular se habla de ello con asiduidad. Se trataría de convertir la reforma de la Constitución en la nueva bandera política. La razón es muy sencilla. Con la Estatuto catalán y lo que se vislumbra del País Vaco, no son pocos los que populares que consideran que es imposible gobernar en España sin la aprobación permanente de los nacionalistas de todo tipo. Y es que los nuevos estatutos, desde el gallego al andaluz, también pergeñan un país difícilmente gobernable.
En definitiva, en el PP consideran que hay que abrir una segunda transición y crear un nuevo marco constitucional. Por lo demás, los responsables de imagen del PP, especialmente Pedro Arriola, consideran que, en efecto, una segunda transición y una remoción constitucional pueden limitar el ambiente tras años de zapaterismo. Es decir, que muchos españoles aprobarán el proyecto.
Lo curioso es que el historiador Stanley Payne, con el Príncipe Heredero a su vera, afirmó el miércoles en Georgetown que una segunda transición sería desastrosa. Claro que Payne asimila, él sabrá por qué, esa segunda transición a la formación de la III Republica. Y no, ese no es el pensamiento del PP, ni tan siquiera de Arriola.