Bronca en el Senado, titulaba la prensa el miércoles 26, un día después del agrio debate entre el popular Pío García Escudero y el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, mucho más crispado que un día después, en el aún más trascendental debate sobre el Zapaterazo en el Congreso.
La prueba del algodón: la misma noche del martes, una decena de senadores socialistas, sobre todo andaluces, se daban la gran juerga en el restaurante Al Grano, ubicado justo enfrente del Senado, en la Plaza de la Marina Española. Brindemos por el mejor pleno de toda la legislatura, era el grito de guerra. Y no fue mal la batalla, porque al decir de los presentes cayeron no menos de ocho brindis.
Los buenos caldos enardecían a los presentes quienes afirmaban, muy serios, que si hubiera los parados que dicen las estadísticas estaríamos en plena guerra civil. Y es cierto, si sus señorías estuvieran, efectivamente en paro, es más que probable que no sufrirían su pena en silencio.
Los senadores se enseñaban fotos con su ídolo, Zapatero, en pantallas de móvil, y se reían del PP, que espera sea esto el fin de la legislatura, cuando aún quedan dos largos años para darle la vuelta a las encuestas.
Que no, que Zapatero no está acabado. Por de pronto, le apoyan los centenares de cargos cuya continuidad depende de que el leonés siga en La Moncloa, al igual que los colectivos que rodean a esos centenares, que son muchos miles, y el más amplio colectivo donde incluyen esos miles, que son millones.
Por no hablar de los restauradores de la zona, que quebrarían si no fuera por la rotunda jocosidad de los padres la patria.
Miriam Prat
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