La decisión del presidente boliviano, Evo Morales, de relevar al titular de la estatal boliviana YPFB, Jorge Alvarado, ha sido valorada positivamente por la petrolera hispano-argentina Repsol YPF. Nos parece un gesto de buena voluntad por parte de Morales, un intento de rebajar la tensión, señala un portavoz de la petrolera a Hispanidad. Aunque la petrolera española reitera su voluntad de permanecer en el país, advierten que no se puede trabajar en un país donde las fuerzas de seguridad intervienen un día sí y otro también tus instalaciones.
La destitución de Alvarado se produce después de reiteradas denuncias de corrupción desde distintos sectores por la firma de un supuesto contrato irregular para la exportación de crudo. Menos mal que Morales lo calificó como incorruptible. La excusa oficial, sin embargo, es que no ha sabido gestionar la nacionalización de los hidrocarburos. Y es que es posible que las petroleras extranjeras se hayan plantado y le hayan endosado al gobierno boliviano la responsabilidad de la extracción. Y Bolivia no tiene ni técnicos ni dinero para realizar tales trabajos.
Alvarado era uno de los duros del gobierno Morales. Su destitución supone un gesto de distensión y moderación por parte del gobierno cocalero. Un gobierno cortoplacista incapaz de pensar en el futuro y con dificultades para entender el concepto de seguridad jurídica. La noticia no sólo ha sido bien recibida por parte del mundo del petróleo. La oposición también se ha alegrado de la decisión presidencial. Hay mucha alegría, la misma que tienen los médicos que ven a un paciente que tiene cáncer, y luego de un mes se decide a operar; esperamos que la extirpación se haya hecho sobre un cáncer benigno, señala José Antonio Arequipa, portavoz de la principal fuerza opositora.