Para la tarde del martes 22 estaba prevista la ratificación definitiva, por parte de los Jefes de Estado y de Gobierno, del nuevo Plan de Estabilidad de la Unión Europea, ligeramente revisado a la baja. En otras palabras, Francia y Alemania, los dos grandes incumplidores de un plan económico que trata de homologar a los distintos países según su déficit público, han impuesto sus tesis. Las formas de evitar demorar el cumplimiento de la pieza clave del rompecabezas (no pasar del 3% del déficit público medido sobre PIB) permitirán a Francia y Alemania incumplir el Plan con toda naturalidad. Al mismo tiempo, el resto de países miembros podrán permitirse una adaptación a las hechuras europeas, lenta en el tiempo.
Y esta nueva imposición franco-germana ha llevado a que los bancos centrales, capitaneados por el Banco Central Europeo, se hayan levantado en armas contra la Comisión Europea y, sobre todo, contra el Consejo Europeo, que, a fin de cuentas, es quien manda en Europa.
En otras palabras, el monetarismo, o guardián de la ortodoxia antiinflación, los bancos centrales europeos, están enfrentados a los políticos europeos, y especialmente a franceses y alemanes, para quienes las normas en Europa se cumplen... según los propios intereses.