Ocurrió en un centro de educación especial, sito en Madrid, que se autodenomina de ideario cristiano. De repente, todos los chavales, con mayor o menor discapacidad psíquica, entre 14 y 18 años, reciben una visita de los alegres chicos de Planificación Familiar del Ayuntamiento de Madrid, cuyo alcalde es el ilustrísimo político del PP Alberto Ruiz-Gallardón (ese hombre que llegará a La Moncloa, aunque no sabemos por qué partido) y cuya concejal de Bienestar Social es Ana Botella, que tampoco necesita presentación para nuestros lectores hispanoamericanos.
El mensaje es risueño : animan a los jóvenes a fornicar, algo que, aclaran, es verdaderamente divertido, aunque debe hacerse con las debidas precauciones. ¿Por si cogen el Sida? No, por algo mucho más grave: por si se quedan embarazados. No es una prevención contra la muerte, sino contra la vida.
Pero eso casi es lo de menos en el caso que nos ocupa. Lo importante es el entusiasmo con que los funcionarios municipales animan al fornicio y el refocile, a adolescentes (¿niños?), insisto, con problemas psíquicos, algunos con los 14 años recién cumplidos.
Y para demostrar que no se trata de predicar y no dar trigo, los alegres chicos de Gallardón, predicaron con el ejemplo. No, no es que copularan violentamente encima de la mesa del profe, sino que repartieron alegremente condones entre la chavalería, que seguramente descubrió un mundo nuevo.
Antes cantábamos aquello de que buenas son las madres ursulinas, que buenas son que nos llevan de excursión. Pero los tiempos de la opresión clerical ha terminado y en el nuevo siglo antiguas ursulinas secularizadas colaboran con la derecha progresista que rige la Villa y Corte. Por tanto, los niños ya no cantan a las monjas de aire tenebroso, sino algo mucho más desenfadado. Dice así: ¡Qué buenos son Botella y Gallardón, qué buenos son, nos regalan el condón!. La cancioncilla, lo sé, es del todo machista, dado que la presencia de doña Ana Botella en tan subliminal mensaje exigiría el buenos y buenas, pero entonces la cosa no rima.
Ser algo retrasado no significa ser gilipollas. Por ello, uno de los muchachos volvió a clase con un cierto nerviosismo interior (y un preservativo en la cartera), le confesó a su padre que en su muy católico centro le habían explicado cosas muy distintas a las que él le enseñaba en casa. Cuando el padre, digamos ligeramente cabreado, llamó al colegio le explicaron que necesitaban del parte pedagógico de las alegres chicas de Coslada, porque algunos padres no están preparados para educar a sus hijos más tarde (como he aclarado más arriba, el director rectificó, aunque el mal ya estaba hecho). Los cronistas difieren sobre si al hombre le dolió más el hecho o el dicho, la lección de látex o el argumento de látex. Porque aquí volvemos a la eterna cuestión de la libertad de enseñanza, que no es enseñarlo todo, incluido el condón, sino el pequeño detalle de que el spot de la libertad de educación es los padres, no el colegio. El sistema educativo no son más que peritos que aportan sus conocimientos técnicos para apoyar a los que poseen el poder de elegir en nombre de sus hijos hasta que esos sean mayores: el padre y la madre.
Y es que, además de la petulancia de la maestra sobe la capacidad de los progenitores, el busilis de la cuestión es que el centro reciba subvenciones municipales, por lo que se ve obligado a recibir a los planificadores, supongo que en campaña patrocinada por la marca Durex. Otro gallo cantaría si la libertad de enseñanza, en lugar de canalizarse por el perverso sistema del concierto escolar, se aplicara a través del cheque escolar. Entonces serían los padres los que tendrían la sartén por el mango, la pasta en la cartera. Entonces, los profes no estarían deseosos de agradar a Botella y Gallardón, y no tendrían que tolerar a un grupo de pervertidos maleando a unos pobres críos, sino que estarían pendientes de la libre voluntad de los padres. A la izquierda le gusta la enseñanza pública porque en ella manan los funcionarios, es decir ellos; a la derecha le gustan los conciertos porque con ellos en la educación mandan los empresarios. Pero tanto un sistema como otro atentan contra la libertad de enseñanza, es decir, contra la libertad de los padres, empaquetando con látex las almas de unos chavalillos mucho antes de que el látex empaquete esa otra cosa que están ustedes pensando.
Eulogio López