Lo que ha sucedido con el endeudamiento de las autonomías es un fiel reflejo de la realidad de la economía española en los últimos años.
El interés del dinero era barato y las perspectivas de ingresos muy buenas por lo que todo el mundo se endeudó. Al igual que sucedió antes del crack del 29 y otras crisis financieras posteriores el optimismo presidía nuestras vidas. Una confianza ilimitada en los organismos supervisores y reguladores -por cierto, se han mostrado incompetentes-, unas perspectivas muy favorables y unos gobiernos empeñados en expandir las virtudes de su gestión como si fuera el camino a la utopía de la prosperidad eterna. Esto afecto a la economía mundial, pero si el Gobierno era incapaz de gestionar con eficacia en circunstancias normales era todavía peor en una crisis de estas dimensiones.
Otro problema es que algunas autonomías han visto cómo se desplomaban sus ingresos y tenían que asumir una deuda excesiva. Estamos ante un problema de Estado que necesita una solución consensuada, pero sobre todo de una reducción de sus estructuras y un control del gasto como quiere el actual Gobierno. En esas estamos no parece que tan bien como debiéramos.
José Morales Martín