Nadie ofende a Dios sin justificarse a sí mismo con algún pretexto. Todo hombre se siente impulsado a hacerlo porque no es como los animales. Tiene dentro de sí un don divino llamado razón que le obliga a explicar sus acciones como en presencia de un tribunal.

Son palabras de un buen conocedor de la naturaleza humana, el recientemente beatificado John Henry Newman, la estrella de Oxford, luego converso al catolicismo y cardenal de la Iglesia de Roma.

Es un buen broche a todo lo que ha significado el viaje de Benedicto XVI al Reino Unido, viaje que parecía condenado al fracaso, incluso con amenazas de los grupos NOM británicos de conseguir una orden de detención contra el Papa por genocidio (al parecer de pederastas y genocidios sólo hay un paso, según algunas mentes oblicuas).

Las palabras de Newman dan en la clave del mundo moderno cuya obsesión consiste en eliminar el sentido de culpa (el viejo Freud, aquella mente sucia, ya nos advirtió que sentirse culpable de algo era una cuestión baladí), uno de los intentos más estupidos de la modernidad, no sólo a efectos morales sino sociológicos: una sociedad compuesta por personajes que no se arrepienten de nada es una sociedad incapacitada para la mejora en todos los planos, también en el económico.

Ejemplo de rabiosa actualidad: la vicepresidenta y comisaria de Justicia y Derechos fundamentales y de Ciudadanía, Viviane Reding, quien tras comparar a Francia con el nazismo, se mantiene en su trece y anticipar los resultados de la investigación europea sobre la expulsión de rumanos de la Galia, asegura que las críticas recibidas son por puro machismo. Es decir, estamos ante la modalidad feminista de eliminación de la culpa: toda crítica a una mujer es por machismo. Conclusión: las mujeres no tienen que arrepentirse de nada y, como conclusión lógica, las mujeres nunca hacen nada malo.   

Porque la primera cita del beato Newman se complementa con esta otra, del mismo autor: El mundo calumnia a la verdad en defensa propia, porque la verdad le denuncia.

No sé ustedes, yo me quedo con Newman.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com