Son los problemas de la sonrisa eléctrica. Durante la mañana en el Parlamento, en las Cortes Generales, no se hablaba sino de la sonrisa meliflua, automática, eléctrica que el Presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, dedicó a la diputada del Partido Popular por Cáceres, Concepción González, cuando ésta le entregó una rosa blanca en el escaño. En lugar de sonreír de forma automática quizá debiera haber reparado en las palabras que le dirigía la diputada: No es mía, es de Miguel Angel Blanco. Así quizás también hubiese reparado en que la rosa llevaba manchas de sangre -de mercromina- y que no era sino una de las muchas flores que repartían a las afueras del edificio los miembros de la Asociación Víctimas del Terrorismo.
Al parecer, Zapatero según dicen sus próximos, cayó en la cuenta pocos segundos después, pero ya era demasiado tarde. Se conformó con dejar la flor en el pupitre de su escaño, a fin de cuentas ¿Qué otra cosa podía hacer?