Los homosexuales han convertido Madrid durante la semana que termina en el capital mundial de la brown revolution, que no otra cosa es la homosexualidad. Uno de los vecinos del centro de la Villa y Corte, afectados por la invasión marrón aseguraba ante las cámaras de televisión que esto no tiene nada de fiesta, esto es vandalismo. Otra vecina era mucho más gráfico: Emplean los urinarios públicos para cualquier cosa menos para orinar. Otra más. Simplemente no puedes acceder a tu casa. Y otra más: Sientes miedo. ¿Qué esperaban todos ellos? De la degradación sólo puede surgir lo degradado. Es la diferencia entre escuchar un discurso político sobre la libre opción: lo que va de lo políticamente correcto a lo humanamente soportable.

Pero esto no es lo preocupante. A los políticos poco les importa lo que piensen las víctimas mientras puedan ganarse el voto de los verdugos. Ministros de ZP encabezarán el desfile del orgullo gay (¿Orgullo de qué?) mientras el alcalde Gay-ardón del Partido Popular pone el centro de la ciudad a su disposición, incluidos las brigadas de agentes de policía y servicios de limpieza.

Pero el problema no es el vandalismo sino, como siempre, la cuestión moral, aquélla de la que depende la realización humana. La revolución marrón sólo puede acabar en el horror madrileño de esta semana porque de lo degenerado no puede salir sino degeneración. Eso sí, en la España del PSOE y del PP hablamos de degeneración legal, porque en Sodoma y Gomorra tan sólo practicaban la sodomía, pro no se les ocurría elevarlo ni a tercer sexo ni a compromiso matrimonial.

Por otra parte, la imbecilidad progre ha convertido la causa gay en una especie de danza de los siete velos. Poco a poco se va desvelando su depravación: el lema de este año dice así vamos al cole y luego concluye que no quiere armarios en el colegio. Con ello comienza la siempre negada, siempre evidente, relación entre homosexualidad y pederastia, uno de los rasgos más desagradables de la desagradable revolución marrón.  

Por lo demás la homosexualidad no es la causa de la actual crisis moral sino su consecuencia lógica. Hace 25 años, cuando un adolescente mostraba las inclinaciones dudosas propias de la edad, se le animaba a cambiar y lo hacía en un 99% de los casos. Hoy se le explica al niño lo de la libre opción sexual. Se lo suelen explicar homosexuales del orgullo gay, pagados por el Estado.

No, no es vandalismo, es algo peor. Es convertir la degeneración en norma y, cuando eso ocurre, ni loa damnificados se atreven a llamara a las cosas por su nombre. Ni tan siquiera cuando su barrio se convierte en un mezcla de basurero y lupanar.

Eulogio López

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