Parece que se percibe una curiosa coincidencia en todas las instancias eclesiales sobre el voto católico en político. Si el Papa habla -Sacramentum Caritatis- de los cuatro principios no-negociables del católico en política (vida, familia, libertad educativa y bien común) los obispos de la archidiócesis de Madrid (que abarca las de Madrid capital, Alcalá y Getafe, unas seis millones de habitantes) le han añadido un quinto, por otra parte muy citado, asimismo, por Benedicto XVI: la libertad religiosa. Eso sí, para los expertos en sobar los principios de la Iglesia y rebuscar interpretaciones, casualmente siempre exculpatorias para el sujeto agente, Benedicto XVI habla de "principios no-negociables", mientras los obispos de Madrid, con el cardenal Rouco Varela al frente, se refieren a "principios básicos". Con un poco de mala leche, podemos hablar de distintas sensibilidades eclesiales, esto es, la mejor manera de escurrir el bulto.
Pues sí, dicen los obispos madrileños que un cristiano, político o elector de políticos, no pude promover el derecho a la vida, desde la concepción a la muerte natural. Y ya de paso, para que quede claro el cuerpo doctrinal, la nota episcopo-matritense especifica que los anticonceptivos abortivos, el aborto y la eutanasia atentan contra el derecho a la vida, aquel que abarca desde la concepción hasta la muerte natural. No ofrece muchas dudas tampoco acerca de la familia, "unión estable –esto es, con compromiso de donación mutua para siempre- de un hombre y una mujer –no dos hombres o dos mujeres- y con apertura a la vida". Así que parece claro que un elector católico no puede votar a un candidato socialista… ni puede votar a la candidata popular Esperanza Aguirre, que paga, con el dinero de todos los madrileños el 20% de los abortos que se perpetran en las clínicas privadas abortistas
Esto viene al pelo de las declaraciones del ilustrísimo alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, a la revista Zero, donde se pone al frente del lobby rosa -a lo mejor es Gallardón el icono de la manifestación del orgullo gay del presente año: estaría monísimo- y afirma que la ley de parejas de hecho debió ponerla en marcha el PP cuando estaba en el poder. Pero, hombre, si ya lo puso. Por ejemplo en Valencia por ejemplo en Navarra. Lo que parece claro es que ni Gallardón se comporta como un político católico, ni un elector católico puede votar al PSOE, promulgador del gaymonio, pero tampoco al padre Gallardón, oficiante de bodas gays y abanderado de su partido.
Tres: los padres son los que deciden la educación de sus hijos. Y, qué cosas, en ningún momento hablan los castizos obispos de los empresarios de la educación o de los funcionarios de la enseñanza. Resulta que para el Cristianismo, los titulares de ese derecho son los padres. El Partido Popular sólo quiere conciertos con los empresarios, mientras el PSOE sólo quiere escuelas públicas dirigidas por funcionarios y controladas por los sindicatos y asociaciones afines, esto es, progresistas. Ni el uno ni el otro, al igual que ni empresarios ni sindicatos, quieren el cheque escolar, es decir, que el poder decisión pase a los padres. Para mí que un católico no puede votar ni al PP ni al PSOE en pro de la libertad educativa.
Cuarto: Libertad religiosa, que incluye "el respeto a los signos religiosos, a su expresión pública y a la valoración de la religión". Importante, eso de la ‘expresión pública', más que nada para que dejemos la tontuna de libertad religiosa considere en no impedir que la gente rece, una tarea tan ardua como la de evitar que la gente piense. Para ello no hace falta explicitar derecho alguno, o, como diría Felipe González, eso significa solemnizar lo obvio. Aquí sí que podemos hablar de una cierta diferencia entre ambos partidos. En efecto, en el PSOE abundan los comecuras, que de buena gana se darían a la quema de conventos, si no fuera actividad delictiva y presuntamente, sólo presuntamente, antidemocrática. Pero no lo duden, los católicos están mal vistos en el PP, y crece el número de diputados y cargos públicos peperos "de alma laica". Que es alma aún más sensible que alma neuronal de don Eduardo Punset.
Por ultimo, nos encontramos con el Bien Común. Los partidarios de ponerle sordina a las declaraciones políticas (claro que la Jerarquía debe hacer declaraciones políticas, cuantas más mejor; lo que no debe hacer son declaraciones partidistas, que es lo que servidor está haciendo ahora… quizás porque nadie ha tenido la delicadeza de nombrarme obispo) aseguran que el principio básico del bien común es difícilmente concretable, aunque, al parecer, los obispos madrileños dan algunas pistas. Por ejemplo, la promoción social de los pobres. No creo que a los firmantes del documento les haya parecido mal –en tal caso, insuficiente- la subida del Salario Mínimo llevado a cabo por el Gobierno Zapatero, mucho menos rácano que el de Aznar en este terreno. Y también habla de "acoger al inmigrante", donde el PSOE, con sus regularizaciones ha ido un poco más clara –poco más allá es verdad, que el Gobierno popular.
Y no hablamos sólo de las Municipales madrileñas. El grito de Benedicto XVI, solicitando coherencia., empieza a extenderse por todo el planeta. Ahí están los obispos guatemaltecos, el más poblado del istmo centroamericano, quienes también hablan de derecho la vida –violencia y aborto, que del mismo derecho hablamos- y de Bien Común y Justicia Social.
Después de esto, la verdad es que el cristiano que no vote en conciencia es porque no le da la gana. Otrosí, la teoría del mal menor o del voto útil ya son algo más que errores: son canalladas.
Eulogio López