¿A qué es gracioso el señor ministro? Tiene mucha chispa, el chavalote, y resume el Gobierno Rajoy o mejor, define los tres tipos de altos cargos del PP: los católicos practicantes pero no ejercientes, los católicos no practicantes y las almas laicas.
En el primer grupo figuran aquellos directivos creyentes que, sin embargo, tienen muy clara la aconfesionalidad, no del Estado -algo bueno- sino del partido y de su propia persona -algo muy malo-. Son los que practican su fe en todo tiempo y lugar, salvo en su despacho y en sus políticas. Recuerdan la vieja frase de Chesterton: cuando entras en la iglesia te quitas el sombrero, pero no la cabeza.
En segundo lugar están los directivos del PP católicos pero no practicantes. Es decir, algo parecido a los políticos americanos, tipo Obama, que no puede decir que no son cristianos porque perderían las elecciones, lo que debe ser evitado cuidadosamente.
Luego están las almas laicas, que se dedican a fastidiar a los cristianos desde el poder. Directamente.
Por lo demás, los católicos, practicantes o no, no son los que creen en Cristo sino los que aman a Cristo. Así, ser católico 'sin exagerar' es como ser sincero pero sin exagerar, o como ser un corrupto pero sólo la corrupción institucional habitual o mediáticamente permitida, o como amar a la esposa pero sin pasarse, declaración de amor que, sin duda alguna, toda mujer aplaudirá cuando se lo comunique su pareja.
Con tan somera declaración, Gallardón ha conseguido dejar a la presidenta de Navarra como una tibia, una hipócrita o una imbécil y, en el mejor de los casos, como la mezcla de las tres condiciones.
¡Pero qué grande sos, Alberto!
Eulogio López
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