El viejo axioma asegura que no "hay que vivir de los padres hasta que se pueda vivir de los hijos", pero ahora hay una generación que puede verse condenada a pagar las pensiones de los padres mientras alimenta a sus hijos que no encuentran trabajo y no pueden abandonar el hogar paterno para fundar un hogar propio. Es la sociedad que ha debido enfrentarse a la política de salarios bajos, impuestos altos y vivienda cara. Ahora le dicen que debe seguir trabajado porque no tenemos para pagarle su pensión. Y eso, oiga usted, resulta molesto.
Eso no es culpa de Zapatero, claro está. ZP es culpable de otros dos pecados: el de colaborar, y con entusiasmo, a las políticas antinatalistas que nos ha traído una sociedad envejecida y una pirámide demográfica invertida.
Y del segundo pecado del que debería confesarse -podría hacerlo, por ejemplo, en el desayuno de oración con Obama- ha consistido en entender que el socialismo consiste en repartir subsidios -con el dinero de los demás, naturalmente- en lugar de propiciar salarios, que es a lo que aspira todo hombre de bien: a trabajar, no a cobrar el paro. El trabajo es un derecho, el subsidio por desempleo no es tal, tan sólo una limosna que hay que aceptar en tiempos de crisis y sólo con un formato transitorio. En definitiva, el segundo pecado de Zapatero es haber convertido a España en la campeona del desempleo, porque, además, es el desempleo el segundo elemento, con la natalidad, que provoca la crisis del Sistema de Pensiones.
Y ha cometido el pecado, encima, con la desfachatez que le es propia. Soltó la bomba de las pensiones, que es un problema importantísimo, pero no urgente, horas antes de conocerse las desastrosas cifras de desempleo de la EPA, que es un problema importante y urgente.
Lo cual demuestra que a ZP el importan un pimiento las pensiones y el paro. Lo único que le importa es mantenerse en Moncloa hasta el siglo XXII. Es un tercer pecado del que también debería hablar durante su discurso laico, allá en Washington.
Y eso que él también forma parte de esa generación Omega, a la que califico así por ser la última de todas, la escupidera de varias generaciones anteriores: la de don Pedro Iglesias y casi la de Zapatero y el abajo firmante.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com