El gobernador de Gibraltar, ministro plenipotenciario Peter Caruana, ha sido clemente: considera que el Gobierno español, o sea, Rasputín Rubalcaba, se dio cuenta enseguida de la gravedad de la situación, pidió disculpas al emperador Caruana y suplicó que dejaran en libertad a los guardias civiles detenidos, después de someterles a la humillación de quitarles las armas y la lancha donde viajaban.
Es lo que se llama un hecho grave. Sin embargo, no es grave que soldados británicos desembarquen, por error, en la playa de la Línea de la Concepción o que practiquen el tiro al blanco con una bandera española, como no lo es que la Royal Navy utilice la colonia para arreglar un submarino nuclear averiado, al parecer, muy averiado. Eso son travesuras, fruslerías.
Gibraltar es un repugnante paraíso fiscal, una colonia de un país de la Unión Europea en otro país de la Unión.
El espíritu británico se dejó ver claramente con el modelo Hong Kong frente el modelo Malvinas o Gibraltar. En el primer caso, y dado el terror que sentían por los chinos arriaron la Unión Jack en la colonia y se marcharon con el rabo entre las piernas. En Malvinas y Gibraltar no. Aquí los llanitos protegen a los delincuentes que se refugian en sus cotas -por ejemplo, a los narcos que perseguía la Guardia Civil- al tiempo que los millonarios británicos y -¡ay dolor!- los bancos españoles, utilizan la roca como paraíso fiscal y refugio del dinero negro y del dinero gris,
Personalmente, creo que la única solución ante la arrogancia británica y ante el sinvergüenza de Peter Caruana, consiste en volver a cerrarles la verja. A cal y canto. Y, de paso, replantear, no sólo los vuelos de Iberia, sino el espacio aéreo europeo. Hay que cerrar las puertas del paraíso fiscal porque, hasta ahora, ¿qué ha recibido España a cambio de ceder?
Eulogio López
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