Una foto captada por la nave Cassini desde los anillos de Saturno, muestra un puntito azul en el espacio que es un planeta en el que se dice que hay vida y, tal vez con cierta presunción, se asegura que vida inteligente.
Pero esto último no parece estar del todo claro, porque en una península, situada al sur de un gran continente de ese planeta, suceden cosas propias del coeficiente intelectual de una almeja.
En ese planeta que desde el espacio se ve azul, un país está atravesando una crisis de valores: mucho populismo social e irresponsabilidad moral.
No respetan la vida en el seno materno y en consecuencia la población envejece. A la voz de "café para todos”, han diseñado un modelo de Estado con estructura faraónica, dividido en 17 naciones pequeñas que hacen una replica en miniatura al Estado central, y multiplican el gasto hasta el despilfarro, con tendencia al infinito, lo cual es insoportable.
Desbarajustes como estos repercuten en la economía y muchas personas, ¡millones!, necesitan trabajar y no encuentran trabajo. Con estos hechos no es preciso buscar las causas del colapso financiero en entidades abstractas o lejanas como, por ejemplo, mercados internacionales.
Ser de "izquierdas" o de "derechas" son opciones, arcaicas, aunque legitimas de cada cual. Pero en la actual situación, el indagar: "¿éste, ese, aquél, es conservador o progresista, es de izquierdas o derechas?", no debería ser el principal deporte de quienes tendrían que arrimar el hombro para aportar soluciones. Porque etiquetar a los hombres, y descalificar con saña cainita a quien "no es de los nuestros" es, como mínimo, un gasto inútil de energías.
En ese punto azul, perdido entre las galaxias, hay un país en el que viajamos, girando alrededor del sol, unos 46 millones de personas. Sería una muestra de inteligencia colectiva reconocer que "todos somos de los nuestros". Con ello obtendríamos la unidad necesaria para acabar con los síntomas de la crisis y lo que es más importante, con sus causas.
Porque, ¿acaso muchos problemas, no los creamos nosotros mismos, con nuestras discordias?
José Murillo