Al Presidente del Gobierno español, Rodríguez Zapatero, le ocurre algo parecido a lo de aquel párroco de la ribera navarra que exhibía desde el púlpito su pesar a sus feligreses: Queridos hermanos, somos el segundo pueblo que más blasfema de toda la región, en ese momento un vehemente parroquiano, zaherido en lo más profundo de su ser, se levanta y exclama: ¡Rediez, hemos de ser los primeros!
La locura universal respecto al embrión universal, es decir respecto a los seres humanos más pequeñitos es de tal calibre que hasta las cabezas más serenas atraviesan una situación de macedonia mental, difícilmente descriptible. Aquí no opera el principio orteguiano de la elite y las masas. Aquí todos somos masas medio lelas, turbamulta zoqueteril y aplatanada. Por ejemplo la Unión Europea ha decidido que se podrá investigar -y financiar con dinero público, claro está, que de eso se trata- con células madre embrionarias, es decir, destripando embriones, es decir, matando seres humanos en formación. Quizás para lavar la conciencia, la UE ha decidido no fabricar embriones ex profeso para ser utilizados como cobayas, pero sí acepta que se utilicen para el matadero embriones humanos producto de la fecundación in vitro. Como resulta que los miserables que practican la fecundación asistida fecundan muchos más óvulos que los necesarios para obtener un hijo por tan repugnante método, los embriones sobrantes se cuentan por millares, así que los Bernat Soria y demás científicos miserables no les faltará materia prima.
Por decirlo de algún modo, podemos resumir las posturas europeas de esta guisa: alemanes y polacos los únicos que se opusieron a la decisión europea consideran que en los procesos de fecundación asistida sólo debe implantarse un embrión. Si sale bien habrá niño, si sale mal podíamos calificarlo de aborto natural (aunque de natural no tenga nada) en el otro extremo está nuestro feligrés navarro, es decir Rodríguez Zapatero, y su inefable ministra de Sanidad, Elena Salgado, para quienes no sólo deben utilizarse los embriones sobrantes de la fecundación in vitro sino que deben producirse embriones humanos para que los científicos los destrocen a gusto. No le basta al humanitario gobierno española con la masacre de embriones sobrantes de la FIV: necesita stock para la exportación porque ¡Hemos de ser los primeros! Así lo decreta nuestra reciente ley Salgado, sobre la que el mismísimo Adolf Hitler sentiría una sana envidia. En Bruselas no han sido tan bestias como los españoles y han decidido que en el punto medio está la virtud aunque se trate del punto medio entre una majadería y una bestialidad. En definitiva, la UE financiará con dinero de nuestros impuestos la destrucción de embriones sobrantes de la FIV pero no financiará la creación de embriones exclusivamente destinados al matadero. Todo un detalle.
La verdad es que la única solución ética es no utilizar embriones humanos de ningún tipo, entre otras cosas porque no sirven para curar enfermedad alguna, pero, sobre todo, porque existe la posibilidad de utilizar células madre adultas, con las que no se mata a nadie. Y ya de paso, la supresión de la fecundación asistida verdadera máquina productora de seres humanos nacidos para morir.
Porque la plasmación social de toda la estupidez europea, y de la tontiprogresía zapateril es el cartel que ya puede verse en las estaciones del metro madrileñas, tras la ley Salgado que ha legalizado la donación de óvulos. En esos carteles publicitarios se solicita a las mujeres que donen sus óvulos que unidos a los otros estúpidos, los varones donantes de esperma, crean personas cobayas o hijos que nunca sabrán quién es su padre y su madre.
Y el Gobierno andaluz que preside el también socialista Manuel Chaves da un paso más para ser los primeros: un padre y una madre absolutamente degenerados someten a su prole a un diagnóstico embrional. De esta forma se supone que se reducen las posibilidades de que el embrión finalmente implantado tenga cáncer, naturalmente se trata de un diagnóstico por el que ningún médico serio daría un duro a día de hoy, pero es lo que ocurre con la biología genética: el éxito de mañana sólo es una posibilidad pero el homicidio de hoy es seguro. Así que la pareja de degenerados decide cuál de sus hijos muere y cuál merece vivir. Esto es igual que Hitler, sólo que peor, porque el jefe del partido Nacionalsocialista practicó la eugenesia con los hijos de los demás, pero seguramente no hubiese sido tan idiota como para hacerlo con los suyos propios, caso de haberlos tenido. Eso sí, tanto Adolf Hitler, como Rodríguez Zapatero, Elena Salgado o Manuel Chaves financiaban sus jueguecitos con el dinero de los demás, con fondos públicos, en eso sí que nazismo alemán y socialismo español se parecen como dos gotas de agua.
Eulogio López