Ya he dicho muchas veces por qué a la progresía le encanta que Letizia Ortiz Rocasolano se convierta en la reina de España. Para el progre, una mujer o un hombre (pero, especialmente, no nos engañemos, una mujer), que se casa virgen, que cree en el matrimonio para toda la vida, que es fiel a su esposo y que encima quiere ser madre, es decir, una mujer que sabe amar, es un insulto con patas, una acusación a su propia vida y, lo que es peor, a su propia ausencia de compromiso. No la soporta. De ahí el empeño de introducir el divorcio en la Casa Real. La Monarquía les importa un pimiento, igual que a los cristianos, pero saben, igual que los cristianos, que constituye una referencia social y, por tanto, un ejemplo, que puede ser bueno o malo. La Monarquía, como la política, o la prensa, o los famosos del cine, expanden certificados de normalización: si esa porción de la sociedad que ejerce como modelo hace algo, es que ese algo, bueno o malo, empieza a ser aceptado por todos los borregos que corren en 'pos' de lo que se lleva, por todos aquellos gregarios incapaces de apartarse del rebaño.
Viene esto a cuento del artículo publicado por el periodista Enric Sopena, bajo el título "Brindis por Letizia". Un artículo furibundamente anticlerical. Ahora bien, como es sabido, nada más "clericalón" que un anticlerical. Nadie más amante de husmear en las sacristías que un "comecuras". Los "matafrailes" no son místicos, pero sí expertos canonistas. Se lo saben todo sobre procesos de beatificación, liturgias alternativas y grados de la clerecía. A su lado, los creyentes de a pie somos unos verdaderos ignorantes.
Y así, el "reverendo" Enric Sopera nos anuncia que "el enlace canónico entre Felipe y Letizia representa una bocanada de aire fresco en medio del tufo espeso a incienso, confesionario y acristía rancia". ¡Qué cosas! Uno hubiese sospechado que la bocanada de aire fresco para alguien que piensa que la Iglesia emana un "tufo espeso" sería que la futura reina de España diera un soberano corte de mangas a la boda canónica y se casara delante del alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón (vuelvo a insistir en que yo ofrezco al juez Baltasar Garzón, un luchador por la libertad, que seguramente estará a favor del matrimonio revisable). Si la Iglesia es pura reacción, ¿por qué casarse por la Iglesia y asumir las muy duras exigencias del matrimonio canónico?
Pues bien, el "reverendo padre" Enric Sopena está encantado con Letizia, porque "simboliza la imagen de la mujer moderna, autónoma, profesional, trabajadora por cuenta ajena, o en el paro, secularizada, divorciada y con variado currículo sentimental". Esto es importante. Ya sabemos lo que para un progre es la mujer moderna, con un grado de concreción impresionante. Por ejemplo, ya sabemos que debe ser una profesional, pero no una profesional cualquiera, sino una profesional por cuenta ajena. Es decir, que los autónomos se quedan fuera. Tiene toda la razón, un microempresario, un emprendedor o un autónomo (un "cuentapropista", que dirían los argentinos) es un vendido al capital. Lo que hay que ser es trabajador por cuenta ajena, para poder hacer huelgas y esas cosas. Y si pudieran ser funcionarios, mejor que mejor. Todos funcionarios y viva la productividad. Bueno, también está la mujer moderna en paro, que es el icono que necesitan los luchadores por el proletariado para poder escribir artículos incendiarios. Ser moderna exige mucho esfuerzo.
Pero hasta ese momento estamos en los fuegos de artificio. Lo mollar viene ahora: para ser una mujer moderna hay que estar "secularizada". Es decir, como los "padres laicos" del diario El País, lo que nos lleva a los "presuntos fallecidos" del mismo diario. Uno no conoce más mujeres no secularizadas que las religiosas con votos, pero la terminología continúa ofreciendo sabrosas pistas de lo que realmente estamos hablando.
Y así llegamos al meollo de la cuestión: una mujer moderna es aquella que está divorciada y posee un variado currículo sentimental (casi habría que hablar de currícula, en plural, pero podemos conformarnos con el 'variado'). Naturalmente, todos sabemos lo que significa currículo sentimental para un progre. No es que haya tenido muchos novios, sino que haya pasado por muchos lechos. Porque para la progresía, los sentimientos amorosos no radican en el corazón sino en la bragueta. Y, por supuesto, que esté divorciada. Comprenderán, queridos lectores, que una mujer que no se haya divorciado no puede ser una mujer moderna. Nuevamente, el insulto con patas: ¿Cómo va a ser malo el divorcio, si yo mismo estoy divorciado?
Al final, no sé si lo que quieren los progres son mujeres modernas o mujeres de útero fogoso, aquellas que, en efecto, resultan las más adecuadas para su verdadero objetivo, que no es otro que el de contar con mujeres acomodaticias, que no exigen al varón compromiso alguno. Es decir mujeres-objeto, es decir, mujeres dependientes.
Eulogio López