La verdad es que el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, es el primer convencido de que el Partido Popular no recuperará el poder en el 2008. Aznar juega ahora a ideólogo y considera que los atentados del 11-M no sólo supusieron un cataclismo económico sino también social. Por tanto, lo que hay que cambiar es la sociedad, antes de recuperar el poder.
Lo más gracioso es que el ex presidente no confía en que esta transformación pueda a ser llevada a cabo por el personaje al que nombró su sucesor: Mariano Rajoy. Pero eso tampoco significa que esté pensando en su vuelta, lo que más ilusión le hace es el escenario internacional. Para este cambio ideológico lleva un tiempo intentando que el magnate de la comunicación, de origen australiano, Rupert Mudorch, compre medios informativos en España. Aznar lo intentó personalmente con el diario La Razón, meses atrás, aunque no se llegó a un acuerdo. Ya cuando era presidente del Gobierno intentó que News Corporation se hiciera con Vía Digital, la cosa tenía sentido, dado que Murdoch es el primer especialista mundial en TV de pago, pero César Alierta le convenció de que la alianza con Polanco era la única salida empresarialmente viable. La otra nota distintiva del quehacer aznariano es que cada día cree menos en la Unión Europea. En el pensamiento de Aznar, Europa no existe, lo que existe es Occidente. Y Occidente se concreta en el Arco Atlántico, hoy representado por EEUU y Gran Bretaña, principalmente, es decir, una fuerza conservadora y otra laborista.
Uno de los personajes más próximos a FAES insiste en que para Aznar Occidente se apoya en valores cristianos pero su postura no es ni democristiana ni mucho menos democatólica. Es más, acepta de mejor grado el termino neocon sin que tampoco le entusiasme en demasía. Para Aznar los enemigos de ese Occidente son el Islam y el mundo oriental, es decir, el Lejano Oriente. Y cree un peligroso papanatismo la adulación permanente de la economía y el régimen económico chino. Para Aznar, Asia, el continente del siglo XXI, tiene un peligroso déficit de libertades.
Y todo esto es algo más que ideas. Por ejemplo, Aznar está convencido de que el tejido industrial español no depende de Francia o Alemania, simples adversarios, sino de EEUU. Buena prueba de ello es su actitud ante la OPA de Gas Natural. Aznar se marchó a Washington y pidió al presidente Bush que la petrolera norteamericana Exxon lanzara una Opa sobre Repsol YPF, y que ésta, a su vez, vendiera Gas Natural a Endesa. Aznar se siente más próximo a los norteamericanos que a los nacionalistas vascos o catalanes. Pero la principal consecuencia de todo este planteamiento, y del tanque de ideas de FAES, es el convencimiento aznariano de que, en las actuales circunstancias, el PP no está en posición de quitarle el poder al PSOE. Por mucho menos que eso, el Partido Popular ha sufrido crisis en el pasado.