Kirchner montó su numerito : llamó a todos los gobernadores de todos los estados argentinos y a la prensa adicta (no mucha, en la Argentina, el 90% de los medios trabajan para la Casa Rosada, y los periodistas se las ven y desean para obtener un rincón de independencia) dio la gran sorpresa: pagará de una tacada los casi 10.000 millones de dólares que la Argentina debe al FMI, no sin antes haber conseguido una importante quita, que el cesado ministro Roberto Lavagna supone negociar con éxito.
El asunto tiene su enjundia, dado que el sector montonero del peronismo, del que procede Kirchner ha mantenido siempre que la deuda del FMI es ilegítima, y que, por tanto, lo que había que hacer era no pagarla.
Es igual, Kirchner le ha dado la vuelta a la tortilla. Su confianza esa en las clases medias, que se han ido recuperando desde el Corralito, pero la distribución de la riqueza en la argentina tras la crisis es un escándalo, peor aún que antes. Crece la pobreza y crecen los pobres, pero pocos medios se atreven a denunciarlo.
Precisamente, el aumento de la pobreza y de una injusta distribución de la riqueza ha terminado con la paciencia de los obispos, quienes han pedido más atención a los desfavorecidos. La respuesta de Kirchner no tardó en llegar: calificó su documento como político.