Uno de estos últimos días he leído en un diario digital una noticia que me ha llamado mucho la atención.
Decía "El Ayuntamiento de Aspe (Alicante) ha aprobado que la Iglesia Católica no quede exenta de pagar el Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI) relativo a los edificios que no utilice para el culto, como los dedicados a fines sociales y culturales."
Al acabar de leer la noticia me vino a la cabeza la frase favorita de Obelix, ese personaje del cómic superconocido Asterix.
Obelix siempre que no hallaba explicación a lo que hacían o decían "sus enemigos" y no veía el sentido de lo que urdían los romanos, decía: "estos romanos están locos". Pienso que en el caso que nos ocupa también se podría refrendar. No seré yo quien lo haga, sino que ustedes juzgarán. Creo que un buen ejemplo, por parte del Ayuntamiento, sería comenzar por bajarse un poquitín el sueldo y al mismo tiempo exigir el IBI a los sindicatos y otras organizaciones de la misma manera que quieren hacerlo con la Iglesia. Que sepa, ellos no pagan nada de sus bienes e inmuebles y de los que utilizan. Por lo que sé, la labor social y pastoral, que está realizando la Iglesia es extraordinaria: dando de comer a muchas de las familias que se han quedado sin trabajo y sin ninguna paga; acogiendo a los sus hijos en guarderías, y hogares; ayudando a las madres solteras a sobrellevar una vida familiar; y tantas y tantas obras que no las hace ni el Ayuntamiento a quien realmente le corresponde, tampoco los sindicatos, y ciertas ONGs, que yo sepa, solo lo hace Caritas, por cierto, una institución de la Iglesia.
Así las cosas, me pregunto: ¿Con estos 7.000 € van a montar comedores sociales como lo está haciendo la Iglesia? Si lo ha de pagar al Ayuntamiento la Iglesia no puede dedicar a los demás, o ¿van a dejar a las personas que ahora se benefician queden sin percibirlos por carecer la Iglesia de los medios económicos? ¿Tiene esto sentido?
Ahora comprendo a Obelix y entiendo su exclamación, por eso me vienen ganas de decir "¡Estos… están locos!". Actos como los de Aspe no tienen sentido.
Pedro J. Piqueras Ibáñez