Los rotativos italianos han sido los voceadores de un atrayente cambio de actitud tocante al aborto. El testimonio tiene una protagonista; una joven napolitana, en estado de gravidez, que envió un mensaje al mandatario de la República Italiana, Giorgio Napolitano, exponiéndole su zozobra por su resolución de interrumpir el estado de buena esperanza por razones monetarias.
La adolescente napolitana narra la situación con gran crudeza; no existe peligro para su robustez si sigue adelante con el estado de buena esperanza; ninguna vez ha sido dañada por violencia sexual; el progenitor del pequeño es el marido que ella ama y continuará adorando. Existe una contrariedad, la ganancia de ambos no es suficiente para proporcionar una existencia decorosa al retoño que arribará al planeta y, ella razona que no debe consentir alumbrar un chiquillo que tendrá una niñez llena de penurias.
Querido presidente... poco dinero para un hijo... la razón prevalece sobre el corazón... Sólo 1.300 euros al mes, he decidido abortar. Éste es el texto de la esquela del no nacido de una joven napolitana. Laura Laurenzi, una redactora del periódico La República la interroga: ¿Está segura de una decisión tan importante? Le manifestó: Estoy a tiempo de cambiar de idea, pero de momento tengo una cita para la intervención abortiva. ¿Con 2.000 euros al mes no abortaría? Y le reveló: Seguramente tendría el niño.
Tenía elegido el nombre para su primogénito, el mismo de su progenitor. A continuación de las declaraciones en el diario La República la joven napolitana trueca la especulación y resuelve no abortar: Estoy muy feliz. Asustada, pero muy feliz. Quería decir a todos los que me han escrito que se lo agradezco y que sepan que han hecho una pequeña contribución a un debate sobre aquello que me atrevería a definir como nuestro gran drama generacional.
Clemente Ferrer Roselló
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