Sr. Director:

Como un Guadiana que aparece y desaparece en el tiempo, he seguido durante años los artículos de Antonio Burgos. Su estilo pinturero no es óbice para su toreo profundo en el ruedo literario, pero a veces su sevillanía hace que desde otras latitudes no entendamos del todo alguno de sus giros o etiquetas.

Con alguno de ellos me pasa como con ciertos conceptos de cuando estudiábamos filosofía o matemática puras, que casi lo tienes entendido pero no acabas de aprehenderlo del todo.

Pero siempre se ha dicho que donde menos te esperas salta la liebre. Desde hace seis meses, no sé por qué, noto cómo una de las definiciones que utiliza más a menudo Burgos me ronda en la mente, como si quisiera reaparecer y abrirse paso hacia la total comprensión de su profundidad.

Y el hecho cierto se ha producido al escuchar unas palabras, pronunciadas en Nueva York, en castellano, al inicio de este otoño, creo que en la zona cero, relacionando feminismo y terrorismo. Maestr ahora lo he captado a fondo; ya sé lo que es un tonto con balcones a la calle.

Curro García

estoicobis@hotmail.com