¡Qué bien hechos estamos! Cuando repasamos un atlas de anatomía humana nos maravillamos de la perfección del cuerpo humano.
No falta un hueso, un músculo, un nervio, arterias, venas, etc. que no cumplan su función.
Esta perfección de nuestro cuerpo, y además la creación del alma espiritual de cada hombre por Quien "todo lo hizo bien", nos debe llevar a aceptar con agradecimiento sus leyes.
Pero la verdad es que el cuerpo se descontrola. La cabeza, la parte más noble de la persona, colocada sabiamente sobre los hombros, es la que posee la inteligencia y la voluntad para dirigir las conductas humanas, siempre que la tenga bien amueblada.
El corazón, en donde pueden originarse los sentimientos buenos y malos, está colocado más en el centro del organismo, y debe consultar con su superior -la cabeza- para hacer posible o no esos sentimientos, porque él -el corazón- no posee la inteligencia para tomar una determinación acertada.
¿Y el sexo Colocado en la parte inferior del cuerpo, no es independiente. La inteligencia le hará ver que no puede proceder según su apetencia -eso se queda para el instinto de los animales-, debiendo respetar las dimensiones morales y espirituales de la vida humana.
Pero ¿qué ocurre cuando la cabeza, el corazón y el sexo se descontrolan El corazón y el sexo se quieren colocar sobre los hombros para dominar la cabeza. Los motivos que alegan son siempre los mismos: avaricia, lujuria, ira, soberbia, envidia, gula, pereza.
La cabeza aún intenta hacer razonar. Pero lo peor es cuando la cabeza ya no razona, olvida que posee inteligencia y voluntad, se cae de su pedestal privilegiado por propia iniciativa, y pierde su soberanía.
La realidad es que entonces el hombre rebaja su condición, fracasa, y va disfrazado por la vida olvidando su procedencia.
Sólo hay una fuerza que lo puede devolver a su origen normal: la razón y su Creador.
Pepita Taboada Jaén