Tras la batalla con Sacyr, las relaciones con el presidente del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA), Francisco González, y su consejero delegado, José Ignacio Goirigolzarri, han quedado tocadas. A pesar de haber ganado la primera batalla, lo que más preocupa ahora a la organización es el distanciamiento entre sus dos primeras figuras. Un directivo de la entidad comentaba a Hispanidad que Goirigolzarri nunca había tenido tanto poder como ahora, por cuanto FG se ha enrocado, apenas participa del día a día del banco, y sólo confía en sus fieles: José Maldonado, José Antonio Fernández Rivero, Ángel Cano, Eduardo Arbizu, Manuel González Cid y Javier Ayuso. Como si se tratara de una vía paralela, el negocio lo lleva Goirigolzarri con sus tres directores generales de Grupo : Julio López, José María Abril y Vitalino Nafría.
La gran tentación de FG es, además de una fusión que no consigue, la de cesar a Goirigolzarri siguiendo lo que ha sido uno de los criterios básicos de su vida profesional: A la calle sin un duro. Algo muy difícil de lograr en el caso de Goirigolzarri que, junto al secretario general José Maldonado, tiene un contrato blindado. Así, en la página de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) se especifica que Goirigolzarri cobra 2,9 millones de euros al año, entre retribución fija y variable. Pero es que, además, este año se ha sabido que, desde 2002, tanto el presidente como el consejero delegado, así como el secretario del Consejo, tienen derecho a cinco años de salario, independientemente de que se les cese o se vayan por su propia voluntad. En otras palabras, si FG decide, desoyendo el reiterado consejo de sus amistades, cesar a su segundo, el banco tendría que pagarle 14,5 millones de euros. A esta cifra habría que añadir los 24,7 millones de euros que Goiri ya tiene acumulados como fondo de pensiones. Total, la broma del cese de Goiri le saldría a FG, perdón, a los accionistas del BBVA, por 39,2 millones de euros.
Gorigolzarri exigió este blindaje en 2002, una vez que el propio FG, así como su jurista favorito, Pepe Maldonado, habían hecho lo propio un año antes. Como muestra de buen gobierno corporativo, Francisco González se autoasignó 3,6 millones de euros de salario, con una indemnización en caso de abandono del cargo de 18 millones de euros más un fondo de pensiones de 33,1 millones de euros. A su secretario general, José Maldonado (un millón de euros de salario y 5 millones de euros de indemnización), ya se le ha acumulado un fondo de pensiones de 3,4 millones de euros. Y todo esto en un momento en que se analiza con lupa las retribuciones, indemnizaciones y jubilaciones de los altos cargos empresariales o bancarios. No olvidemos que la Audiencia Nacional dictaminará sobre los emolumentos recibidos por José María Amusátegui y Ángel Corcóstegui al abandonar el Santander Central Hispano (SCH). En el caso de la subida de sueldo de FG, así como su posterior blindaje, se produjo la dimisión del presidente de la Comisión de Retribuciones del Consejo, Gregorio Marañón y Bertrán de Lis, quien se negó a que FG se subiera el sueldo y la pensión sin consultar con la Comisión de Retribuciones.
Todos estos precedentes ponen más bien difícil el cese, así sin más, de Goirigolzarri, quien, además, ha perdido la confianza de su número uno. Ahora mismo, en el BBVA hay dos bancos: los que ganan dinero y los que mandan. Además, está el problema de la sucesión. FG desconfía de Julio López a quien considera un hombre del ex consejero delegado Pedro Luis Uriarte. Incluso estuvo empeñado en cesar a Vitalino Nafría, responsable de Internacional y amigo personal de Goirigolzarri. Y se ha empeñado en buscar un consejero delegado salido de las filas de Argentaria. Pero no es tan fácil. FG piensa en dos personas de su confianza, dos argentarios (los amarillos, en la jerga de la entidad), para sustituir a Goirigolzarri: Eduardo Arbizu, quien fuera consejero delegado de Barclays España, y Manuel González Cid, responsable del área financiera que depende directamente de la Presidencia.
Manuel González Cid es un caso muy singular. Es el encargado de representar al BBVA ante los grandes inversores internacionales, especialmente fondos de inversión y de pensión. Pero no es un bancario de origen. De hecho, su origen es político. Trabajó en el Ministerio de Economía y mantenía espléndidas relaciones con José Juan Ruiz, hoy en el Santander Central Hispano. Fue el ex ministro socialista Carlos Solchaga quien pidió a Francisco Luzón, entonces presidente de Argentaria, que fichara a José Juan Ruiz. Y fue José Juan Ruiz el que aconsejó el fichaje de González Cid en Argentaria. Cuando en 1996 llega el Partido Popular al poder y FG a la Presidencia del banco público, se suponía que el futuro de González Cid pintaba de color negro. Pero no fue así: se ganó la confianza tanto de Gómez Roldán como del propio FG. Pero muchos dudan que tenga la experiencia bancaria suficiente para dirigir un banco que emplea a cerca de 100.000 personas en dos continentes.
Queda Ángel Cano, al frente de Recursos Humanos. Cano se ha demostrado como un buen perro de presa a la hora de reducir costes, siempre tutelado por el consejero José Antonio Fernández Rivero, otro caso singularísimo : continúa cobrando como consejero a pesar de ser un prejubilado del banco. Para ser exactos, Fernández Rivero salió en 2004 por 197.000 euros, además de los 704.000 euros que cobra cada año como prejubilado del BBVA. Por cierto, que Ángel Cano ha logrado soliviantar a los empleados BBV (en la jerga interna, los azules) al favorecer a los amarillos de Argentaria en el cobro de las bonificaciones anuales. Un cobro que se ejecuta, precisamente, en febrero y principios de marzo.