Ante todo, lean el presente comunicado que remite la agencia de comunicación Efecto Dominó en nombre de Difusión y Ventas SL., propiedad del señor Antonio Fábregues Sánchez. Y también propietario de Vimesa, que vende transmisores, especialmente a radios y canales de TV.
Verán: si ustedes conectan Popular TV, propiedad de la COPE, verán que aparece un canal de contactos, es decir, pornografía, o de brujas adivinadoras. Es la maravillosa programación que emite en el Canal 56 de Madrid, que hasta ahora venía ocupando TMT, s decir, la emisora madrileña de Popular TV, propiedad de la cadena COPE y del arzobispado de Madrid.
¿Y por qué no se emite, como venía haciéndose hasta ahora, la estupenda programación (único cadena de TV española que no hace TV basura) de Popular TV? Pues porque la COPE se ha negado a pagar al Sr. Fábregues el nuevo impuesto revolucionario que le impone.
Para que se entienda: el de Fábregues es uno de los muchos canales piratas de TV que, aprovechando el vacío legal existente ayer y todavía hoy-, ocuparon un canal y esperaron a que viniera alguien que realmente quisiera hacer TV. Todos esos piratas son los que copan el espectro analógico de las grandes ciudades españolas y se lo revenden a Localia, Vocento la COPE y otros grupos que quieren hacer televisión local y que se gastan sus buenos dineros en ello. Es un chantaje que los agraciados pagan aunque el señor Fábregues y colegas jetas no tienen derecho alguno a ocupar un espectro que ninguna autoridad les ha concedido. Pero para no reñir, Localia, Vocento o Popular TV pagan sus buenos duros a estos amigos de lo ajeno, los jetas, para entendernos. Para ser exactos, Popular TV pagaba 5 millones de pesetas al mes a un pirata para que dejara de incordiar. La sopa boba, que le dicen.
Así están las cosas desde 2001 -como, en efecto, dice Fábregues y sus graciosillos escribanos de Efecto Dominó- cuando se legaliza la TV local, sólo que en digital. La comunidad de Madrid, como el resto de gobiernos regionales, organiza un concurso y a él acuden los operadores, mientras que los piratas, sin ninguna capacidad de imitar, se quedan fuera. Popular TV obtiene su licencia, pero ojo, en digital, por lo que en analógico que es lo que ve la inmensa mayoría de los españoles, pongamos un 97%-, sigue pagando a los piratas hasta que se produzca el llamado apagón. Cuando eso ocurra, el señor Fábregues sabe que se le acabará el chollo, y entonces, quizá lo haya visto en alguna película, decidió (1 de junio, en que vencía el "contrato") decidió aumentar el impuesto : ya no exige al arzobispado y a Popular TV que pague los 30.000 euros al mes (5 millones de las antiguas pesetas, como creo haber dicho antes) sino 3.600. Es ahí donde el Obispado de Madrid -ha hecho bien- se ha plantado.
En otras palabras, las rimbombantes palabras del comunicado que ustedes han podido leer esconden que el jeta del Fábregues ha cobrado por no hacer nada y revender una licencia que no es suya, la bonita cantidad de 210 millones de las antiguas pesetas a Popular TV en cinco años. Mientras, a lo lejos, Montilla sonríe. La piratería es deleznable sí, pero no cuando extorsiona a los curas. Por cierto, fue Fábregues, a través de su otra empresa, quien le vendió al Arzobispado, ese que no cumple los mandamientos, todo el aparataje técnico para comenzar a emitir.
Y dado que Popular TV se niega a pagar la extorsión, estos chicos tan majos, tan cristianos, colocan porno y brujas. Antaño eran más finos, y colocaban a predicadores protestantes y unos peces de colores, foto fija, que alegraban mucho las noches de invierno desde el receptor de TV de los hogares.
Y ustedes se preguntarán, ¿si Popular TV ya ganó su concurso público en Madrid, ¿por qué continúa pendiente del muy ilustre señor Fábregues y su mariachi? Pues porque las competencias de los gobiernos regionales son digitales, no analógicas. Lo analógico es del Estado central, de los socialistas, que con tal de fastidiar a Esperanza Aguirre son capaces de muchas cosas. Bueno, a doña Esperanza y a Popular TV. Por eso, el señor Montilla, ministro de Telecomunicaciones, se ha negado a completar el concurso digital con unas licencias temporales en analógico, que sería, y rima en consonante- lo lógico. No, había que fastidiar al adversario político, entre otras cosas porque Montilla no le perdona a Aguirre que Telemadrid, el canal público madrileño, emita una segunda programación sin su permiso.
Y así, con la sonrisa de Montilla, con su inacción frente a los ilegales, nos encontramos comunicados como el precitado : un sarta de mentiras hecho por un listo que cobra por no hacer nada, pero que ahora quiere cobrar, más, quizás para no pasar hambre en el futuro. Lo hace por sus hijos. Eso sí, ahora ya sabemos que, al menos mister Fábregues o el mismísimo Efecto Dominó, se han aprendido los 10 mandamientos, lo cual representa, no lo duden un avance muy consolador.
Al final, alguien, algún día, tendrá que poner revisar la esencia misma del sistema concesional en radio y TV: un oligopolio utilizado por el poder político para controlar a los editores. Y estos no oponen mucha resistencia: por lo general les encanta ser controlados, siempre que ellos controlen la cuenta de resultados y ésta se sitúe en números negros, que es el mejor color contable.
Por cierto, Fábregues está emitiendo pornografía y brujas, en abierto y en cualquier horario. Eso atenta contra la Directiva Europea de TV sin Fronteras. Lo de las brujas es una estafa, que podría ser recurrida ante los tribunales, pero me temo que esté más generalizado. En la sociedad de la información, la ignorancia cunde.
Eulogio López