Tras el asesinato de tres misioneros cristianos en Turquía, ahora trascienden a la opinión pública más datos sobre la situación de los católicos iraquíes. Al igual que ocurre en Palestina, los cristianos iraquíes viven en las catacumbas, y la furia anti-norteamericana se ha cebado con ellos.
Precisamente con ellos, a pesar de que su líder espiritual, el entonces papa Juan Pablo II, fue el más acendrado crítico contra George Bush y Tony Blair, el hombre que lanzó la diatriba más dura, asegurando que los que iniciaban esa guerra serían responsables ante Dios, antes su conciencia y ante la historia.
Es igual: la invasión ha provocado un resurgir del fundamentalismo islámico. Sadam era un déspota y un homicida, pero ahora su dictadura ha degenerado en fanatismo islámico, tanto sunita como chiíta.