Ayer conocíamos la noticia de que los rebeldes se habían quitado por fin la careta ya que el presidente del Consejo Nacional de Transición anunció que Libia será una nación islámica cuyo sistema legal estará dominado por la ley Sharia -ley islámica-. Tras este anuncio, los participantes en el conflicto también se han quitado la careta, el primero, Francia, quien a través de su ministro de Asuntos Exteriores, Alain Juppé, ha afirmado que es justo y lógico que Francia obtenga beneficios en Libia. Este descarado discurso del jefe de la diplomacia francesa no hace más que manifestar que a la nación europea, que siempre se ha definido como el adalid defensor de los valores de la democracia y la libertad, poco le importa el hecho de que haya sido la responsable de la más que previsible islamización del Magreb, ya que sus intereses se limitan a las reservas de petróleo del país. Este anunció del ministro francés otorga mayor credibilidad a la carta anónima que fue enviada al diario francés Libération que afirmaba que el Consejo de Transición libio habría concedido a Francia el 35% de las concesiones petrolíferas del país como muestra de "agradecimiento" a su apoyo, lo cual hace recordar la expresión de "petróleo bañado de sangre".
No obstante, no sólo Francia quiere participar en el pastel sino todos los demás países que ahora presumen del apoyo dado a los rebeldes libios. En este sentido, la conferencia de "Amigos de Libia" de París más bien recuerda a la Conferencia de Berlín de 1885 en que las naciones europeas decidieron repartirse el continente africano.
En el aspecto práctico, las principales afectadas por el plan francés serán las dos principales operadoras presentes en el país durante la época de Gadafi que son la italiana ENI y la española Repsol, que probablemente pasen a ser compañías menores en el país tras la reforma democrática que va a emprender la nación francesa en el país.
Gabriel López
Gabriel@hispanidad.com