Éxito inesperado en EEUU de este largometraje bélico que es más interesante por la anécdota de que sus   protagonistas son auténticos "Navy Seal's", es decir, miembros de los comandos especiales de los marines

Filipinas, el embajador de los Estados Unidos y su hijo son asesinados en el colegio del pequeño en un atentado terrorista donde también fallecen una docena de niños. Las pruebas apuntan a que este ataque brutal ha sido cometido por un terrorista checheno, Shabal. Este peligroso individuo, según descubre una agente de la CIA infiltrada en Hispanoamérica, mantiene contactos con un cruel contrabandista y cartel de la droga. El secuestro de esta espía norteamericana desencadenará que se envíe en su rescate a los "Navy Seal's".

En la línea del cine patriótico que se realizó durante la Segunda Guerra Mundial, Acto de valor es, de principio a fin, un canto propagandístico a la labor que realizan los hombres que componen esos cuerpos de élite destinados a las misiones más imposibles. Esa es la razón por la que los directores contaron con todo el asesoramiento y medios de la Marina Norteamericana, lo que les llevó a utilizar como actores a un pelotón de esos "Navy Seal's". Ese afán de autenticidad también se tradujo en que la munición empleada en esta película fue totalmente real al igual que el submarino nuclear que vemos en una secuencia determinada.

De tal forma que, aunque resulta llamativa la tecnología punta empleada y algunos combates, se nota demasiado que uno de los directores, Scott Waugh, fue en el pasado diseñador de videojuegos bélicos tan vendidos como Battlefield 3 y Medal of Honor. No obstante, lo menos acertado de esta película bélica es la voz en off del narrador que resulta cansina en su adoctrinamiento y, cinematográficamente, es un recurso algo pasado de moda.

Un consejo, si van a ver Acto de valor acudan a una versión doblada porque la original deja al descubierto en los diálogos la bisoñez ante la cámara de los marines.

Para: Los que les gusten los videojuegos bélicos