En la Ciudad del Vaticano, en 1995, un hacker informático se salta los códigos de seguridad y entra en el ordenador personal del Papa para dejarle un mensaje que viene a decir que una Iglesia de Sevilla, la de Nuestra Señora de las Lágrimas, “mata para defenderse”. El Santo Padre, lógicamente preocupado, ordena que se investigue el asunto y se lo encomienda al astuto Monseñor Spada, mientras éste asigna la misión al audaz sacerdote Quart, con un pasado militar a sus espaldas. Mientras, en Sevilla, la aristócrata Macarena Bruner, una joven divorciada que es dueña de los derechos sobre el terreno donde se alza Nuestra Señora de las Lágrimas, se convierte en la principal defensora de un grupo de personas que se resisten a la demolición del templo.

En 1995, el escritor español Arturo Pérez Reverte publicaba La piel del tambor, una novela de suspense llena de conspiraciones vaticanas y oscurantismo de la Iglesia católica, que se adelantó ocho años Dan Brown y a su conocido best seller El Código Da Vinci, que también jugaba con esos elementos pero que estaba repleta de falacias e ignorancia. Ahora, llega otra adaptación al cine de una novela de Reverte, tras otras como El maestro de esgrima, La carta esférica, Territorio comanche o Alatriste.

Hay muchísima imaginación y elementos increíbles en la novela que, al traspasarse al cine, todavía quedan más nítidos y llegan a caer en el ridículo. Así,  a la existencia de agentes-sacerdotes con pistolas como el protagonista, el padre Quart, al que siempre le asignan asuntos oscuros de la Iglesia, se unen una retahíla de personajes a cual más histriónico desde los villanos de comic que persiguen incansablemente a nuestro sacerdote 007 para que no descubra la verdad, hasta el arzobispo que solo aspira a hacer caja. Por no mencionar los diálogos carentes de todo sentido y que, en algunos momentos, provocan la hilaridad.

En general el reparto internacional en esta coproducción de España, Colombia e Italia, encabezado por el británico Richard Armitage (el inolvidable Thorin de la saga de El Hobbit) parece bastante perdido en la película, como si no supieran qué hacer en sus papeles, se salva Rodolfo Sancho, que encarna  a un malvado inmobiliario que quiere hacerse con los terrenos de la Iglesia, o Carlos Cuevas, que interpreta a un joven sacerdote, Cooey, todo un crack en infomática que tiene uno de los papeles más simpáticos de la trama.

Porque, aunque la película se nota que ha contado con un presupuesto holgado (se ha filmado en lugares tan maravillosos como la Ciudad del Vaticano o la Plaza de España de Sevilla), su desarrollo es un frívolo best seller, a primera vista lleno de datos y de personajes, pero que encierra una trama tan sencilla como olvidable.

Para: los que les guste todo lo que escribe Arturo Pérez Reverte.