Para entrar de lleno en la película, desde la primera imagen, merece la pena que dediquen unos segundos a leer su sinopsis. Tras la muerte del carismático director Arthur Howitzer, Jr., nacido en Kansas, el personal de The French Dispatch, una revista estadounidense de amplia circulación con sede en la ciudad francesa de Ennui-sur-Blasé, se reúne para escribir su obituario. A través de los recuerdos del fallecido nacen cuatro historias: un diario de viajes de las zonas más sórdidas de la ciudad del Reportero Ciclista; otra sobre un pintor criminal y loco y la compleja relación que mantiene con su guardián y musa, “Revisiones de un Manifiesto”, una crónica  sobre revueltas estudiantiles y “El Comedor Privado del Comisario de Policía”, un relato lleno de suspense con el trasfondo de un secuestro.  

Se trata del último filme del director  Wes Anderson (El gran hotel Budapest) que es imaginativo como pocos, pero también, en algunos momentos, con “rayadas” que gustan a un público muy específico.

Así, con cada una de sus historias de esta cinta Anderson se ríe de algo, en Revisiones de un manifiesto hace chanza con la revolución estudiantil del año 1968, ya saben aquella de “haz el amor y no la guerra”, a cuyos imberbes protagonistas revela como unos inmaduros ignorantes, es la más interesante de las cuatro pero la extiende innecesariamente; en la del pintor se burla de los trapicheos y engaños del mundo del arte. No obstante la más conseguida, aunque de contenido sobre todo visual, es la policiaca, la del secuestro del hijo de un comisario. En ella Anderson ha dado rienda suelta a toda su inventiva y así incluye en su desarrollo unas divertidas imágenes de animación, imitando el comic francés.

Una interminable lista de actores famosísimos desfilan por la pantalla dentro de esta película de reparto coral, filmada técnicamente con una gran perfección, donde mezcla blanco y negro y color. Se nota una gran planificación, más aún si recordamos que se han utilizado más de 130 decorados en esta película.

Supone sobre todo un homenaje de Anderson a la palabra impresa, y en concreto a la revista The New Yorker de la cual era un fiel seguidor, pero también a Francia y a su cinematografía. Pero, eso sí, cuenta con imágenes sensuales algo sórdidas.

Para: los que sigan la “locuela” filmografía de este cineasta