José María Álvarez-Pallete ha tenido la osadía -o la valentía, como quieran- de enfrentarse a los analistas, esto es, a los mercados, empeñados en que debía vender activos para reducir la elevadísima deuda de la compañía. Pallete, sin embargo, ha preferido reducir deuda con los ingresos generados por el negocio recurrente, una opción más lenta pero que evita la jibarización de la compañía.

Eso es, precisamente, lo que ha sucedido con la venta de Telxius a American Tower. La operación, valorada en unos 6.200 millones de euros y que este martes ha recibido el visto bueno de las autoridades de competencia, permite reducir la deuda en unos 4.100 millones de euros, incluidos los 700 millones que recibirá en veranos tras completar la venta de torres en Alemania.

Eso está muy bien, pero solo se puede vender Telxius una vez y, tras la venta, Telefónica no podrá contar más con ese negocio.

Caso distinto es la creación de Virgin Media O2 en Reino Unido, operación completada también este martes y que le permite a Telefónica reducir la deuda en otros 5.000 millones de euros. A diferencia de las torres, la operadora seguirá explotando el negocio en Reino Unido, donde entró en 2005 con la compra de O2 por 26.000 millones de euros y que intentó vender en 2015 a Hutchison Whampoa por 13.000 millones. Menos mal que Competencia no lo autorizó.

Telefónica cerró el primer trimestre de 2021 con una deuda de 35.796 millones de euros. Tras estas dos operaciones, quedará reducida a unos 26.700 millones, una noticia muy positiva pero que, sin embargo, apenas ha tenido eco en la cotización de la compañía, que sube un 1,4% frente a un Ibex arriba un 0,7%. Me dirán que todo esto ya estaba descontado y que, además, el mercado tiene en cuenta el próximo dividendo de la teleco, y es cierto, pero también lo es que las acciones de Telefónica están aún lejos de los 4,29 euros a los que cotizaban en junio de 2020.

Una reducción de deuda de estas dimensiones bien merecía un premio mayor. ¿O no?